5-Dana y el Consejo de Muertos - En la Tormenta.

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Cuando Angie reconoció a la persona encapuchada aflojó un poco la presión sobre el brazo de Morderek.

—Lis —susurró con la boca seca—, ¿qué haces aquí?

—No —replicó la pelirroja avanzando hacia ellos y quitándose la capucha de la cara—, la pregunta es qué estáis haciendo vosotros. ¿Por qué te escapaste de la torre? —añadió— ¿Se puede saber qué pasó con Fenris?

—No es asunto tuyo —respondió Morderek por Angie antes de que esta fuese capaz de abrir la boca.

—¿Ah no? —preguntó la hija de Salamandra dirigiéndole una mirada fría de desprecio—. ¿Y si llamase a mis padres? ¿Y si les dijese a Iris, Conrado y Fenris que viniesen?

El mago negro pareció dudar durante un segundo pero en seguida se sobrepuso y esbozó una sonrisa burlona:

—¿Y por qué no los has llamado ya? Por los lobos, he entendido que estáis de luto —Lis palideció enormemente y miró hacia la torre y  Morderek se dio cuenta de que no estaba enterada del fallecimiento—. Vaya, lo siento —le dio el pésame, aunque su voz sonó de todo menos consoladora—. Bien —prosiguió—, estábamos hablando de que te has enterado de nuestra marcha pero no has avisado a ningún maestro de la torre y en su lugar, has decidido  venir a buscarnos tú sola en medio de una tormenta de nieve. Ingenioso —ironizó—. Además, en la torre están muy ocupados y tú has salido sin permiso con lo cual tampoco puedes avisarlos sin delatarte a ti misma. ¿Quieres enfrentarte con nosotros o vas a dejarnos marchar?

Lis había atendido a todo su razonamiento como un ratoncillo asustado que mirase hipnotizado los contoneos de una serpiente antes de ser aniquilado, pero no dudó en contestar:

—Quiero llevarme a Angie de vuelta a la torre. No voy a dejar que un desgraciado como tú se la lleve.

Morderek soltó una carcajada sin alegría ante sus palabras.

Angie se acercó:

—Lis, no voy a volver a la torre. Harald no me lleva a ninguna parte.  Yo me voy de la torre. La dejo, para siempre —dijo muy seria para una niña.

Lis la miró sorprendida:

—¿Dejas la magia?

Angie asintió:

—Sí, dejo de estudiar.

Lis estaba desconcertada:

—Pero no entiendo… ¿para qué?

Angie esbozó una sonrisa triste:

—Te lo dije. ¿Recuerdas? Solo vine buscando ayuda para salvar a Vanessa y no pueden dármela —se corrigió—mejor dicho, no me la darán —hizo una pequeña pausa—. Ya no tengo nada que hacer aquí.

—¿Cómo sabes que no te ayudarán? —preguntó la pelirroja. Pareció acordarse de un detalle—. Espera, ¿fue por lo de Fenris? ¿Qué pasó con él?

—Sí, más o menos —Angie hizo una mueca—, digamos  que varios magos de la torre no se llevan muy bien con algunos de mis amigos —explicó llevándose una mano inconscientemente hacia el colgante de Shi-Mae.

Lis la miró expectante pero comprendió que la niña no pensaba revelarle nada más:

—¿Y qué piensas hacer ahora?

—Buscar a mi amiga por mí misma —respondió la muchacha con sencillez.

Lis miró a Angie y después a Morderek:

—¿Con su ayuda? —preguntó en referencia al mago negro —¿Piensas enfrentarte a un mentalista y a saber que más gente que lo acompaña solo con la ayuda de él? —dijo escandalizada.

La pequeña se encogió de hombros:

—Ya pensaremos algo —arrugó la nariz mientras lo decía de una forma curiosa y alzó la cara hacia el cielo mientras olfateaba y estrechaba los ojos frunciendo el ceño —, la tormenta va a arreciar. Tenemos que salir de aquí o no seremos capaces de cruzar las montañas  sin magia.

—Bien —dijo el mago negro cogiendo del brazo a Angie y girándose un segundo hacia Lis—, parece que tenemos que despedirnos. Un placer haberte conocido, Lis — sonrió mordaz—. Yo que tú me apresuraría en volver a la torre —añadió.

—Iré con vosotros —le respondió la pelirroja.

—¿Qué? —soltó él.

—Iré con vosotros —repitió Lis más alto.

—No voy a permit… —comenzó Morderek pero Angie lo interrumpió severidad:

—La tormenta va a arreciar. Tenemos que salir de aquí. Ya. —puntualizó.

El mago negro la miró irritado:

—Tus predicciones pueden esperar un segundo. Tenemos que discutir esto.

—Si Lis viene o no, es algo que podemos negociar después, cuando crucemos las montañas —señaló la niña.

—Ni hablar —terció él, rabioso—. Me niego.

Angie lo miró furiosa:

—Si queréis, quedaros, pero yo no esperaré un segundo más. Cruzaré las montañas aunque sea yo sola. Os aconsejo que os vengáis de todas formas, por vuestro bien—lo miró con frialdad a los ojos— sé  que puedo fiarme de mis visiones y tú también sabes que deberías.

Morderek reculó, asintió y Lis pudo advertir una sombra de temor en sus ojos verdes:

—Está bien —concedió.

Mientras lo decía Lis pudo advertir como la ventisca se hacía aún más intensa y empezaba a nevar aún mas copiosamente.

El mago cogió del brazo a Angie para ayudarla a caminar por la nieve y ambos le dieron la espalda comenzando a andar ladera arriba.

Lis los siguió y estuvo a punto de tropezar. En apenas unos minutos tal como la niña había predicho la tormenta se había vuelto mucho más intensa. El frío le calaba los huesos y las ráfagas de viento heladas  movían a placer los copos de nieve formando una cortina blanca que en ocasiones le impedía totalmente la visión y le hacía temer perder de vista a Angie y a su acompañante.

El viento la impulsaba hacia abajo, hacia una caída de cientos de metros y la cosa tenía toda la pinta de que iba a empeorar todavía mucho más.

Cuando se hundió demasiado en la nieve y cayó al suelo, ellos se giraron y parecieron advertir su presencia:

—Al final vienes. ¿Eh? —dijo Morderek dirigiéndole una mirada fría—Voy a sacar a Angie de aquí entera y con vida pero no pienso esperar por ti —le advirtió— Espero que seas capaz de seguirnos el paso.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora