5-Dana y... - Antes de Morir.

812 36 20
                                    

A la mañana siguiente Lis se despertó con el brazo de Angie alrededor de la cintura. La pequeña tenía el ceño fruncido y una mueca de preocupación en sueños. La pelirroja la apartó lentamente tratando de no despertarla.

Parpadeó tratando de habituarse al sol de la mañana y de súbito los recuerdos de la noche anterior regresaron a ella. Lis volvió a ver al mercenario amenazándolos, tomándola por su madre y empujándola contra una mesa.

La hija de Salamandra volvió a recordar, cómo había alzado el puñal sobre los hombros de Harald y qué rápido había terminado todo. El breve forcejeo, el tajo certero en el cuello, las salpicaduras de sangre y el brillo letal en sus ojos verdes...

Lis se incorporó sobre la cama con un gemido ahogado y totalmente despejada, de repente.

—¿Has descansado bien? —las ojeras que cercaban los ojos de Harald daban a entender que él no demasiado.

El mago negro estaba apoyado contra la mesa de la habitación, una bota sobre una de las sillas y las manos descansando en los bolsillos en actitud informal.

—Sí, he dormido —respondió Lis secamente.

—Me alegro —respondió él sin la menor alegría en la voz. Se irguió, sacó las manos de los bolsillos de aquella especie de abrigo de cuero, entre casaca y túnica, y avanzó hasta Angie—. Despierta, enana —la conminó—. Tenemos que continuar.

Angie se levantó con un sonoro bostezo y una maraña de rizos desordenados. Mientras la niña se lavaba la cara en una palangana y se trataba de atar las botas de piel, Lis miró por la ventana.

—¿Dónde dormiremos la próxima noche y cómo conseguiremos la comida? No hay más asentamientos humanos hacia el norte, en esta zona. Lo dijeron aquellos mercenarios—se volvió hacia el mago negro.

—No tienes que continuar si no quieres —declaró él—. De hecho—sonrió mordaz—, creo recordar que te recomendé que no nos acompañaras. Claro que no hiciste caso —suspiró teatralmente—. Eres tan tozuda como lo era a tu edad... —se mordió el labio como si hubiera estado a punto de decir algo que no quería.

Lis arqueó una ceja:

—¿Cómo lo era quién?

Los ojos verdes del mago negro le dirigieron una larga mirada cargada de frialdad que la hizo estremecerse. Permaneció en silencio unos instantes.

—Supongo que no importa —respondió al final en un tono fingidamente casual—. La persona a la que me recuerdas ya está muerta, como ese desgraciado que se atrevió a atacarme ayer.

La sospecha se encendió en los ojos de Lis:

—¿Lo conocías?

—No.

Y su voz le sonó tan a mentira como el anterior comentario.

Lis lo contempló alejarse, pensativa. Angie acababa de dejar la habitación tarareando, ignorando deliberadamente su conversación tensa.

La pelirroja agarró al mago negro de la túnica, y lo detuvo al lado de la puerta:

—Sé que te alegrarías de dejarme atrás, pero pienso continuar hasta el final —le advirtió—. Y aunque, ya te lo dije ayer, después de que mataras a ese hombre...—lo miró fijamente—. No me fío de ti.

Los ojos verdes de él volvieron a prenderse en los de ella, pero esta vez parecían brillar con la risa.

—¿Te refieres a todo eso que soltaste acerca de que yo era un malhechor indeseable? —se burló.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora