4-Lamento de Lobos - Hija de Leyendas

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Era ya noche entrada pero Lis no podía dormir. Se encontraba asomada a la ventana de su habitación, con la mirada perdida en los límites del valle.

Yairak todavía no había vuelto a la torre y la pelirroja se preguntaba si su mejor amigo, porque solo se trataba de su mejor amigo, por supuesto, regresaría en verdad algún día. Y también estaba el hecho, que aquella carta anunciando su llegada y colgada de la pata de un halcón, había sido la única noticia que habían tenido de él durante casi dos años. Un mensaje, que ni siquiera había sido dirigida a ella, sino a Jonás el señor de la torre.

Al principio la había embargado la felicidad al saber de su próximo regreso. Al principio, antes de que Trash la devolviera a la tierra.

Trash llevaba dos años diciendo que Yairak jamás volvería, que había rehecho su vida olvidándolos o que habría muerto y nunca lo sabrían. Lis lo había buscado con hechizos y óculos pero no había encontrado nada. El mago no le había mandado jamás en ese tiempo, un mensaje o una carta, pero sí acababa de enviar una nota para ser alojado en la torre.

¿Yairak no había podido comunicarse con ella todo este tiempo, o es que no había querido hacerlo?

Lis se sentía confusa y dolida. Que sus padres no quisiesen que se examinase y que su amigo Trash anduviese por detrás metiendo cizaña, tampoco ayudaba.

El viento le descolocó el cabello al aire frío de la noche. Una fina capa de nieve cubría el valle tras la nevada de aquella tarde. Lis alzó una mano para colocarse el mechón detrás de las orejas y justo entonces su vista advirtió una figura en la entrada de la torre. Un punto negro que seguía a otro más pequeño hacia el bosque.

Frunció los ojos para distinguir de quien se trataba.

—Imposible —masculló, mientras se abalanzaba sobre el armario para sacar de él su capa y arrebujarse en ella.

Con un pase se teletransportó a la salida de la torre.

No se había equivocado, pensó mientras veía los tirabuzones saltarines de Angie perderse tras las hojas de los árboles.

Dudó unos segundos.

Después se aplicó un hechizo de mimetismo y la siguió con decisión.

No sabía qué escondía aquella cría pero intuía que la actitud de sus padres con la pequeña tenía alguna buena razón de ser.

Allí estaban sucediendo cosas muy extrañas y ella iba a averiguar por qué.

Se giró un momento para mirar hacia atrás.

La torre parecía una aguja negra y sombría recortada contra la luz de la luna, pero pese a las ganas que tenía de marcharse de ella, constituía su único hogar y una promesa de seguridad.

Lis suspiró.

Sus padres no lograrían retenerla eternamente. Ella no tenía miedo, estaba preparada desde hacía mucho.

Si sus padres se habían convertido en leyendas siendo solo aprendices ella podría hacer lo mismo.

Su sangre corría por sus venas.

No debía temer.

Angie solo era una aprendiz de primer grado.

Una niña pequeña.

Y sabía que eso era mentira.

Lis tenía la certeza de que había muchas más cosas detrás de Angie de lo que sus padres podían incluso sospechar, pero no se permitió temblar.

Dio la espalda a la torre y a la luz de la luna y se internó en el bosque hacia la oscuridad.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora