3-Más sospechas y... - El retorno de Shi-Mae

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Morderek clavó la vista en la mesa y se mantuvo rígido e inmóvil como si de esta manera pudiera evitar ser visto. Mientras deseaba ser pequeño, lo más pequeño posible, Angie miraba con descaro y expectación a la figura encapuchada que acababa de entrar en la taberna.

Iba embozada en una capa azul marino que no dejaba dilucidar su identidad aunque esta quedaba de manifiesto en el grácil andar de los elfos.

Mientras la figura se adentraba en el local, avanzando entre las mesas y los borrachos con agilidad, a su vez, la sonrisa feliz de Angie se iba ensanchando progresivamente e iba estirando más el cuello con expectación.

Lo único que le faltaba a la joven era levantarse y agitar los brazos para que la elfa reparase en ellos. Morderek se contuvo de darle una patada por debajo de la mesa. No por falta de ganas, sino porque aquello podría atraer la atención de la persona que quería evitar. Así que siguió observando obsesivamente las vetas de la madera mientras las gotas de sudor resbalaban por su cuello.

Cuando ya empezaba a creer que había tenido suerte y la archimaga no había reparado en ellos, una voz fría de fuerte acento élfico sonó a su espalda:

—El resto de las mesas están ocupadas. ¿Podría sentarme aquí?

“No” quiso contestar Morderek, mientras su última esperanza se hundía en la oscuridad.

—Por supuesto —respondió Angie  con alegría adelantándole una silla justo entre ellos.

La encapuchada tomó asiento y él pudo distinguir el destello de unos ojos azules tras el embozo.

Todo estaba perdido aunque tal vez si…

No daría resultado, pero no perdía nada por intentarlo.

—Si me disculpáis –comenzó Morderek incorporándose –,creo que iré a…

Shi-Mae le clavó las uñas en el brazo.

—No irás a ninguna parte —susurró.

Morderek volvió a sentarse con resignación.

Sí, no había dado resultado.

—¿No me reconoces? –susurró ella.

—Deduzco que la gente que va encapuchada no busca precisamente que la reconozcan.

Debajo de la capa escuchó una risilla que no supo como interpretar. ¿Le hacía gracia su insolencia? ¿Estaba pensando en una nueva forma para torturarlo?

La elfa se quitó la capa y la dejó caer al suelo con elegancia.

Morderek la miró con aprensión, seguía teniendo esa belleza insuperable que recordaba y también la misma mirada fría y sin compasión. A su lado, Angie la miraba embobada.

—Ahora supongo que sí me reconoces.

—Sí –contestó él sin entusiasmo –.Bienvenida a mi nuevo hogar, maestra. –añadió en el mismo tono monocorde.

Las comisuras de los labios de los labios de Shi-Mae se curvaron hacia arriba:

—Me alegro de que lo recuerdes.

—¿Qué recuerde el qué? –preguntó desconcertado.

—Que eres mi aprendiz y me debes obediencia y respeto. La última vez que lo olvidaste eso te trajo graves consecuencias.

Un escalofrío lo recorrió de arriba abajo pero aún encontró un resquicio de valentía para atreverse a preguntar.

—¿A qué has venido?

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora