4-Lamento de Lobos - La Segunda Rosa.

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El día había sido agotador.

     Nawin había oído hasta la saciedad al duque del Valle quejarse de su falta de privilegios. A mitad de la sesión había empezado a encontrarse mal y había tenido que pedirle al Gran Duque, su consejero de mayor confianza, que se ocupase de él en su lugar.

     Ahora, ya de noche, había comenzado a sentirse mejor por lo que se había levantado y acudido a su despacho para trabajar algo. Sin embargo, allí la esperaba otra sorpresa.

     Sobre su escritorio había encontrado otra rosa y una nota que en tinta rojo sangre ponía exactamente las mismas palabras que la otra vez: “ Esto es por vuestra culpa”

     Enfadada había llamado al Gran Duque.

     El elfo tardó apenas diez minutos en presentarse.

     Nawin se sintió culpable.

     Eran las dos de la mañana y ella nunca hacía más que abusar de la disponibilidad de  él.

     Éressar,  era el hijo menor del anterior Gran Duque, la había servido siempre con eficiencia desde el día que había tomado el cargo de su padre. Ahora, debía de haberse vestido a las prisas para acudir en su ayuda. Su cabello color avellana caía por su espalda despeinado y sus ojos color miel estaban entrecerrados por el sueño.

     —¿Mi reina me requiere? —preguntó el joven taciturno.

     —Disculpa Éressar —respondió Nawin con dulzura— necesito que le digas al capitán de la guardia que aumente mi número de soldados personales y que controle quien entra y sale del castillo con exhaustividad.

     —Así se hará —asintió él, luego añadió con timidez—. Por cierto, mi reina, no debéis pedirme disculpas, es mi deber.

     Nawin asintió con una sonrisa:

     —Un deber, que cumplís siempre con gran profesionalidad.

     A la luz de las velas le pareció que el joven elfo se sonrojaba.

     Se rió interiormente, era tan tierno…

     —Por cierto, Éressar. ¿Con qué sensación habéis salido de la sesión con el Duque del Valle?

     —Está descontento. Muy descontento —explicó el elfo, pensativo—. No se olvidó de preguntarme qué posición pretendíais adoptar respecto a las casas nobles de los robles  y  el río cuando sus representantes fallezcan, pues ninguno tiene herederos.

Nawin se quedó un segundo pensativa. En otras circunstancias Shi-Mae habría heredado el ducado del Rio y Fenris se habría convertido en Conde de los Robles. Pero Fenris era un licántropo y Shi-Mae había traicionado a la corona y si no estuviese ya muerta Nawin la hubiese condenado de igual forma al patíbulo.

Algunas veces, el destino era, simplemente, irónico.

     —¿Qué le respondisteis? —preguntó.

     —Le dije, que llegado el momento, su Majestad tomaría la decisión que considerase oportuna.

     La reina asintió y se acercó a su escritorio donde los papeles reposaban en varias pilas.

Recordó su conversación con el Duque de las Brumas.

¿Una fuerte alianza matrimonial eh? Probablemente no habría cosa que aquel elfo de las brumas desease más que unirse a la corona.

Cuando Éressar vio que contemplaba el montón de peticiones de mano se acercó:

—¿Deseáis que redacte nuevas cartas para vuestros  pretendientes diciendo que no consideráis casaros de momento?

Nawin dudó un momento:

—No —respondió finalmente.

Éressar se mostró sorprendido:

—¿Entonces qué pensáis  hacer, mi reina?

Nawin lo miró, el elfo parecía un poco más nervioso de lo habitual.

Sonrió:

—Creo que ha llegado el momento de que empiece a considerar elegir un marido.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora