7-La Batalla del Bosque Dorado- Sul'iketh

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—¿Conrado? —preguntó ansioso Kai inclinándose en el espejo. La puerta de los aposentos del mago acababa de abrirse— ¡Cielos Conrado! ¡Maldito hechicero! Me tenías tan preocupado. Cuando te teletransportaste para enfrentarte a Shi-Mae creí que no volvería a verte y... —Kai se calló bruscamente.

La persona que había entrado en la habitación no era Conrado.

—Volvemos a encontrarnos por fin —dijo el recién llegado.

Llevaba una túnica gris y cubría su rostro con una capucha.

Los ojos verdes de Kai estaban desorbitadamente abiertos.

—No, tú aquí, es imposible... —masculló el fantasma.

Se oyó una risa desde las profundidades de la capucha de su interlocutor:

—Me temo que es muy posible.

—¿Qué vas a hacerles? —preguntó entonces Kai entre el temor y la rabia. Si aquel individuo se encontraba allí eso solo podía significar que sus amigos estaban en peligro.

—Dirás qué voy a hacerte —replicó la voz modulada del mentalista—. Oh, vamos —sonrió al ver el desconcierto del espíritu—, no creerás que por ser un fantasma no puedo hacerte nada. Existen algunos sortilegios.

—¿Vas a destruir mi aura? —preguntó Kai tembloroso.

El encapuchado se manoseó la barbilla, pensativo.

—Se me ocurrió, no lo negaré, pero no. La inexistencia es demasiado cómoda y muy carente de sufrimiento. Lo sé, he probado en mis carnes no existir, tú lo sabes bien —sonrió de nuevo el encapuchado—. Para ti he escogido un destino mejor —continuó—; aquel que le prometí a Dana y que no pude darte aquel día en el Valle de los Lobos: Sul'iketh.

Kai quiso gritar al comprender, quiso resistirse, quiso haber sabido que hacer pero en un pobre espíritu como a él no cabía la posibilidad de hacer frente a la magia.

El hechicero murmuró una letanía y sintió como su esencia era succionada a un abismo de oscuridad.

Cuando unos segundos después reabrió los ojos se encontraba en una prisión circular de altas paredes y para su sorpresa, no estaba solo.

Había otro individuo sentado contra una de las paredes con la cabeza escondida entre los brazos pero no pareció reparar en su llegada.

Desconcertado, Kai tocó una de las paredes con la palma de la mano. Era pulida y fría, de un tono verdoso.

—Hola —susurró extrañado finalmente.

El otro desconocido dio un salto en el sitio y levantó la mirada agitado.

—¿Qué? —preguntó asustado mientras se incorporaba pegado a la pared—.Espera, ¿Cuándo has llegado y quién eres? ¿Qué haces aquí?

—Supongo que soy otro prisionero —respondió el fantasma—. Me llamo Kai —añadió al final dudoso.

El joven que se encontraba en frente de él abrió y cerró la boca varias veces como si no supiera qué decir. Parecía estarlo asimilando todo.

Lentamente se dejó escurrir contra la pared hasta quedar sentado en el suelo de nuevo.

Tenía el pelo del color de las zanahorias y era muy pecoso y joven. A lo sumo aparentaba unos dieciséis años como él y lo miraba sin quitarle ojo de encima. Finalmente se decidió a hablar:

—Así que Kai—dijo con amargura—, bueno tu nombre explica por qué estás aquí —enunció—. Y parece que tenemos algo en común también. ¿Cómo se llamaba tu Kin-shannay? —preguntó con cierta tristeza.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora