6-La Archimaga, el Centinela y...- El Traidor.

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—Yo ya dije que había cosas que no me encajaban desde hace bastante tiempo...

—No podemos acusarlo deliberadamente sin tener pruebas. Esperemos primero a que despierte y...

—¡No puedo creer lo que estáis diciendo! Es nuestro compañero, nuestro amigo. Me niego a creer lo que insinuáis.

—Démosle un voto de confianza.

—Hay muchos que han sido antes nuestros amigos y nos han traicionado...

Conrado abrió los ojos.

Sentía un dolor intenso en todo su cuerpo pero sobre todo en una de sus piernas.

Logró incorporarse apenas en la cama donde se encontraba y advirtió entonces que no estaba solo.

Salamandra, Jonás, Fenris e Iris se giraron hacia él como un resorte.

Lo que vio en sus caras no le gustó. Había alivio pero también desconfianza y cierto temor.

Iris se inclinó al lado de su lecho y le acarició el rostro con ternura:

—¿Te encuentras bien? Te has abrasado la pierna y llevas varios días inconsciente —tenía lágrimas en los ojos y parecía dolorida y consternada por algo que se le escapaba.

—A pesar de los hechizos es probable que quedes cojo de por vida —informó Jonás.

Se encontraba de pie entre Fenris y Salamandra y ninguno de ellos se había acercado a la cama.

Conrado sintió como el pánico comenzaba a crecer en su interior.

La expresión de Jonás oscilaba entre la severidad y el disgusto, Salamandra lo observaba con los labios fruncidos con cierta rabia y desconfianza y la cara de Fenris...

Conrado tragó saliva.

El que había sido su maestro ahora lo miraba con lejanía y frialdad como si no lo reconociese.

El hechicero acabó de sentarse y apartó con dulzura a Iris.

—Tendré que vivir con ello —susurró mientras contemplaba la masa rojiza en que se había convertido una de sus piernas.

—Habría sido fácil, incluso irrisorio regenerar totalmente la pierna si no se hubiese tratado de un sortilegio mágico —informó Jonás con la voz carente de emoción sin quitarle ojo de encima—. Un sortilegio mágico que lleva tu huella y que por lo visto rebotó contra un escudo de cuya magia también se impregnó un poco —permaneció callado durante un segundo—. La huella de esa magia tiene sello élfico. ¿A qué mago elfo te has enfrentado? —preguntó.

Se hizo un silencio espeso, opresivo.

Conrado miró a sus compañeros, respirando entrecortadamente.

¿Qué podía hacer?

¿Qué podía decir?

—No lo recuerdo —negó con la cabeza en medio de la angustia.

—¿Ah no? —siseó Salamandra con rabia contenida después de intercambiar una mirada con Fenris y su marido —. ¿Y de mi hija, Lis, te acuerdas? ¿Y de la pequeña impertinente con el don de la visión, te acuerdas?

—Hace tiempo desde que nos has estado ocultando cosas, Conrado —susurró entonces Fenris fríamente, con su tono de voz melodioso—. Has hecho viajes a nuestras espaldas y te aseguraste de que no nos enteráramos de qué hacías durante ese tiempo. Sabes más del paradero de Lis y Angie de lo que nos quieres dar a entender y lo mismo puede a aplicarse al colgante de la niña oráculo —los ojos ambarinos de Fenris se estrecharon—. Esa cría tiene el colgante de mi exprometida, el cual debería haberse disuelto en el Laberinto de las Sombras. Según hemos descubierto contrataste a un cazarreliquias elfo y nada menos que para colarse en el palacio de los Duques del Río. Ahora apareces herido tras un duelo mágico con alguien de ascendencia élfica. ¿Hay algo que debieras contarnos?

Conrado tragó saliva:

—No hay nada relacionado contigo que deba contarte. Todo lo demás es mi vida y no os incumbe —logró decir al final secamente.

—¿Ah no? —rugió Salamandra. Trató de avanzar hacia la cama pero Jonás la sujetó del brazo. Aún así sus palabras destilaron veneno—. ¿Y mi niña? ¡Dejemos la magia élfica, los colgantes y las niñas oráculos de lado si quieres! ¡Pero si tienes algo que ver con la desaparición de mi hija este es el momento de que empieces a hablar!

Conrado la miró apesadumbrado:

—Lis tomó su decisión de marcharse de la Torre y yo no tengo nada que ver —"Yo solo la protejo a ella y al resto velando los óculos" quiso explicar, pero eso Salamandra no podía saberlo.

Jonás que había permanecido con la mirada puesta en el suelo, levantó el rostro. Tenía lágrimas en los ojos al igual que Iris pero Conrado que lo conocía desde que eran niños supo por eso mismo que lo que le esperaba no era nada bueno:

—Lo siento Conrado pero no podemos creerte. Ya no —susurró—. Dentro de unos días partirás con nosotros hacia el próximo Consejo de Magos, en tierras élficas. Nawin acudirá a él y cuando estemos todos juntos tomaremos una decisión.

Iris meneó la cabeza contrariada mientras las lágrimas caían por sus mejillas y salió de la habitación dando un portazo.

Jonás la siguió con la cabeza baja y poco después Salamandra, que se volvió para dirigirle una mirada rabiosa que le heló la sangre.

Sabía que solo sus compañeros le impedían que se abalanzase sobre él para sonsacarle la información acerca de Lis.

El último en salir fue Fenris.

—Lo siento —se atrevió a graznar Conrado antes de que su anterior maestro atravesara la puerta—. De veras, nunca he querido que esto pasara. Solo hago lo que creo correcto.

El elfo se volvió. Sus ojos ambarinos lo contemplaron con frialdad y una mezcla de decepción y desprecio:

—Es una suerte que Dana no esté aquí —dijo únicamente dándole la espalda—. Ver todo esto y viniendo de ti le habría partido el corazón.

Conrado se estremeció como si hubiera recibido una bofetada pero no pudo contestar nada pues el elfo ya había salido del cuarto.

En su lugar se quedó allí sentado sobre la cama meditando y ni siquiera se molestó en acercarse a la puerta.

No habría podido abrirla ni a machetazos. Aquella habitación había sido salvaguardada con encantamientos.

Irónicamente se encontraba prisionero en el que alguna vez había sido su hogar.

Por otra parte, lo único que había impedido a Jonás y al resto entrar en su mente era la certeza de que Conrado como túnica dorada se encontraba en la misma igualdad de condiciones que él.

Su destino pasaba por lo tanto por lo que decidieran un conjunto de magos en el Bosque Dorado dentro de unos días.

Y eso podía salir bien... o... muy mal...

Le entraron ganas de llorar de consternación pero debía de ser consecuente con la decisión que había tomado cierto tiempo atrás.

"Sabía que esto podía suceder" se dijo.

Conrado concienciado con el presagio de Qeela y la certeza del Momento que se aproximaba había elegido entonces ocuparse él solito del problema.

"Yo solo quería protegerlos" se lamentó interiormente, "no podía permitir de que difundiéndoles la información volviera a pasar algo como lo que sucedió con la última profecía. No quería que alguien más volviera a involucrarse y a poner en peligro sus vidas como la última vez".

Pero aquello no servía de nada. Justificarse no servía de nada y tampoco lo evadía del hecho de que, su pesadilla más temida en los últimos tiempos, acaba de hacerse realidad.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora