3-Más Sospechas y una Llegada Inesperada - Fenris

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El bosque montañoso estaba repleto de altas coníferas cuyas ramas ocultaban los rayos del sol. El clima era húmedo y frío y en el suelo crecían en abundancia helechos. La loba se desplazaba con sigilo, de todos los rincones le llegaban olores imperceptibles para una persona. La mayoría de ellos eran marcas de territorios, aromas de plantas y otros identificables con suculentas promesas de comida.

Pero el animal los ignoró, alzó la cabeza se concentró y captó el que buscaba.

Después fue muy fácil para la loba gris seguirle el rastro.

 Con agilidad remontó la pendiente de la montaña y cruzó un arroyo. Al poco tiempo, los árboles se espaciaron y dejaron ver unos riscos y un abrupto precipicio en el que se interrumpía el bosque. Más allá un valle las lejanas cumbres que simbolizaban el fin del territorio de la manada.

Se dirigió hacia el borde del precipicio, sentada al lado de él había una figura esbelta embutida en una túnica roja que le daba la espalda. 

Era persona a quien había estado buscando y la percibió antes de que pudiera acercarse más.

Ladeó la cabeza ligeramente y el viento alborotó su cabello cobrizo cuando lo hizo.

La loba avanzó hacia él y se alzó sobre las patas traseras. La columna se enderezó, las garras se convirtieron en uñas, el hocico retrocedió y el pelaje gris se redujo a una enmarañada cabellera rubio ceniza entre las cuales asomaban dos puntiagudas orejas.

Entonces la elfa en que se había convertido la loba gris se acuclilló al lado del mago, totalmente desnuda.

Los ojos ambarinos de él estaban puestos en el horizonte.

-Gaya. –susurró.

-Fenris. –respondió ella, y su voz sonó extrañamente ronca.

El elfo suspiró:

-¿Te ha mandado Zor a buscarme?

-No- negó- He venido porque me apetecía.

-Sabes que a veces necesito estar solo. –indicó él volviendo a fijar la vista en el horizonte.

Gaya frunció el ceño, intrigada:

-Lo sé, pero no lo entiendo. ¿Por qué lo haces? Ahora estás con nosotros. Con tu verdadera familia. Eres uno de los nuestros, un lobo.

Fenris esbozó una sonrisa triste, Gaya lo conocía muy bien pero pese a todo nunca se había acostumbrado a todo su carácter:

-También soy un elfo y un mago. –añadió suavemente.

-Todos somos elfos, también. –replicó Gaya con serenidad.

-Sin embargo, os empeñáis y especialmente Zor en pasar todo el tiempo convertidos en lobos.

-¿Tienes algo en contra de ello, o es solo tirria contra el líder de la manada? – se cruzó de brazos ella.

Fenris le respondió con la mirada distante:

-Sabes que no tengo nada en contra de Zor. Me aceptó aquí y me ayudó a salvar a unos aprendices de los lobos malditos hace mucho tiempo en la Torre. –No quería ni pensar qué habría llegado a pasar si el lobo blanco no hubiera aparecido aquella noche.- Pero tenemos diferentes modos de ver las cosas. Me gusta ser un lobo, pero también me gusta ser un elfo y no me avergüenzo de ello. Y aunque lo respeto por muy líder que sea nunca me ha gustado que me den órdenes.

-No es así, -insistió ella- tratas de hacerte diferente todo el rato. ¿Por qué quieres transformarte en elfo tan a menudo? ¿Es que tu vida como elfo era buena? ¿Echas de menos a la gente normal que nunca te aceptaría?

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora