Prólogo - Reencuentro

5.4K 110 38
                                    

Aquella noche había tormenta. En el cielo de nubes negras amenazantes brillaba de vez en cuando algún rayo y la lluvia resbalaba como riachuelos por la ladera pedregosa de la montaña. 

El extranjero avanzó lo más cerca posible de ella para evitar acercarse al borde del embarrado camino que desembocaba en una caída de cientos de metros.  

El frío arreciaba y la ventisca era intensa así que se cubrió aún más con la empapada capa.  

No era una buena noche para estar fuera de casa, por suerte la posada debía de estar cerca, se dijo. 

En efecto, a la vuelta del camino descubrió una casa solitaria casi colgando de la escarpada pared del precipicio. No era un buen lugar para establecer una posada teniendo en cuenta que se situaba a varios quilómetros del pueblo pese a lo que varias carretas y caballos se encontraban en la entrada. 

El extranjero sonrió por debajo de la capucha. Ciertamente la gente que frecuentaba aquel lugar solía tener motivos para no dejarse ver.  

El individuo avanzó con soltura entre las monturas y se detuvo dudoso ante la puerta pero decidió mirar por la ventana antes de entrar. 

En el interior algunos hombres bebían con salvaje alegría y otros discutían o bailaban en medio de la embriaguez.  

Aquel no era el caso de Roldar, él había venido a jugar, sí. Nada mejor que llenar el bolsillo con una buena partida de cartas, pero aquel día no había tenido mucha suerte. 

Entre sus contrincantes había varios jugadores habituales cuyas habilidades y argucias conocía bien, pero también se encontraba entre ellos un joven llamado Harald de quien se decía que había hecho un trato con el diablo. 

No jugaba muy a menudo, pero nunca había perdido una partida cuando lo hacía. Ganaba todas las apuestas milagrosamente y conseguía siempre las mejores cartas. No importaba lo arriesgado que fuese, Harald apostaba todo su dinero y siempre acababa llevándoselo de nuevo junto con el del resto de los jugadores. 

Algunos aseguraban que jugaba poco para que la gente no lo acusase de brujo y las malas lenguas añadían que cubría siempre su mano izquierda con un guante porque temía que viesen en ella la marca de su pacto demoníaco. 

Roldar suspiró y se recostó en la silla. Acababa de perder la mitad de su jornal en aquella jugada. 

-Creo que debería dejarlo. Mi mujer se enfadará si os regalo el poco dinero que me queda. 

-Bobadas -replicó otro -. Todavía queda mucho por jugar. Además, ¿quién sabe? -le guiñó el ojo-. Tal vez seas tú el afortunado que logre hoy por fin, robarle la fortuna a nuestro querido Harald. 

-No estéis tan seguros -sonrió mordazmente él-. Todavía no ha nacido en este condado nadie capaz de ganarme. 

-Puede ser -le dio la razón un anciano jugador mirándolo misteriosamente -Al último hechicero lo ejecutaron en la plaza del pueblo hace cerca de veinte años. 

Toda la mesa estalló en sonoras carcajadas y alguien bromeó: 

-Uy Harald yo que tú vigilaría mi cuello. 

-No le hagas caso, el viejo Toby no sabe lo que dice -contrapuso otro-, pero he de reconocer que yo también tengo curiosidad por saber lo que ocultas bajo ese guante -señaló. 

Esta vez fue el chico quien sonrió con misterio y empezó a repartir las cartas con su mano izquierda para incrementar la tensión. 

La partida prosiguió como de costumbre y Roldar tuvo que lamentarse otra vez al perder de nuevo en otra jugada.  

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora