2-Sospechas en la torre - Comienzan las sospechas

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Jonás estaba sentado cómodamente en un sillón. En frente suya una mujer de largo cabello liso negro al igual que sus ojos tristes y melancólicos se recostaba contra el respaldo de otro mientras Salamandra daba vueltas en círculo por la habitación incapaz de estarse sentada.

Jonás trató de ignorar los movimientos inquietos de su mujer y se centró en su interlocutora.

-Así que lo has notado raro. ¿Dices, no?

-Raro, es poco. –respondió ella con el tono tranquilo y suave que la caracterizaba.-No duerme por las noches, está irascible.

Salamandra detuvo bruscamente sus andares:

-Cuesta imaginarse a Conrado irascible. Siempre ha sido el más tranquilo de nosotros.

-Puede estar pasando por un  mal momento y no es tan extraño que esté de mal carácter, si como dice Iris, no duerme por las noches. –argumentó Jonás.

Iris asintió:

-No sé lo que hace en las horas de oscuridad pero cuando baja a desayunar siempre está ojeroso. Hay algo que le quita de dormir.

-Mientras solo sea eso, -gruñó Salamandra. – los gemelos que llegaron el año pasado a la torre me quitan años de vida con sus trastadas.

Iris esbozó una tímida sonrisa, pero insistió:

-Estoy segura de que hay algo que le preocupa.  Sabéis perfectamente que desde que abrimos nuestra escuela nos hemos repartido los alumnos. Conrado se ocupó de los míos cuando caí enferma hace dos inviernos pero él nunca le ha fallado a los suyos, se ha ocupado de ellos, incluso estando enfermo.

Salamandra frunció el ceño y Jonás se echó hacia delante en su asiento:

-¿Insinúas que ahora… ya no se ocupa de ellos?

Iris se removió incómoda antes de contestar y Jonás advirtió que se sentía culpable por estar hablando a espaldas de su compañero:

-Desde que… bueno, desde que acudimos al aniversario de la coronación de Nawin en el reino de los elfos se ha estado comportando de una forma muy extraña. Pensé que podía ser por lo que había pasado en la ceremonia… -alzó las manos para pedir que la dejaran continuar pero no pudo evitar que Salamandra la interrumpiese:

-Hemos hablado muchas veces de lo que pasó y decidimos que no debíamos preocuparnos…

-Lo sé, lo sé, -se apresuró a asentir ella. – yo también hablé con él de eso y me prometió que dejaría estar el asunto. Sin embargo, desde entonces no ha vuelto a ser el mismo. Comenzó a encerrarse en la biblioteca, hizo unos pedidos a un cazarreliquias elfo –Jonás y Salamandra intercambiaron una mirada de extrañeza, ¿Qué le podía querer Conrado a un cazarreliquias?- y hace una semana me pidió que me ocupara de sus alumnos porque él iba a realizar un viaje.

-¿Un viaje? –masculló incrédulo Jonás.

-¿Adónde? –preguntó Salamandra.

Iris meneó la cabeza pesarosa:

-No me dio explicaciones.

-¿Y crees que podría estar relacionado con lo que sucedió en el palacio de Nawin? –susurró Jonás.

-Lo ignoro, -respondió ella-pero me parece lo más probable. Creo que el presagio que escuchamos ese día lo preocupó bastante.

-Ese presagio es ridículo –sentenció Salamandra. –Lo único que pretendía esa mentalista elfa… se llamaba… bueno como se llamase, era ser el centro de atención.

-Qeela. –dijo Jonás.

-¿Qué?

-Se llamaba Qeela. –repitió él.

Salamandra se echó unos rizos pelirrojos hacia atrás y se encogió de hombros:

-Tanto da. Es un detalle irrelevante.

Permanecieron unos instantes en silencio.

-¿Créeis luego que no debemos preocuparnos por lo que pronosticó que sucedería aquel día? –preguntó Iris con cautela.

-¡Oh, cielos, no! –contestó Salamandra con resolución. – Es una mentalista, no una oráculo. La última murió en el momento. Esa pantomima tuvo que ser una argucia para aumentar su fama y popularidad, la casa de los elfos de las brumas no está pasando por sus mejores momentos.

Jonás frunció el ceño:

-Nawin me dijo que la conocía. Tenía tratos con Shi-Mae. Iba a veces a hablar con ella, siempre en privado, cree que era su confidente.

-Más fácil me lo pones. –masculló su esposa. - ¿Esperas que nos fiemos de las palabras de una amiga de esa sucia arpía que probablemente lo sea tanto como ella?

Iris los miró dudosa antes de atreverse a objetar:

-Tal vez, obedezca órdenes de Shi-Mae.

-Shi-Mae está muerta. –sentenció Salamandra con fastidio.

Jonás la miró con una sonrisa irónica en los labios:

-Claro, está muerta. Y como durante nuestras vidas los muertos nunca han intentado entrometerse en los destinos de los vivos… –susurró.

Salamandra enrojeció hasta la raíz del cabello pero no contestó. Sabía muy bien a lo que se refería su marido.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora