6-La Archimaga, el Centinela y... - Presagio.

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Angie corrió por el fango entre traspiés una distancia que le pareció interminable.

Se detuvo por fin a unos pasos de la niña, respirando entrecortadamente, con lágrimas en los ojos y una sonrisa en los labios.

—Vanessa —logró articular.

La joven la miraba incrédula con los oscuros ojos oscuros muy abiertos. Estaba muchísimo más delgada que antes, tanto que asustaba, y sus tirabuzones castaños eran ahora una maraña enmarañada. Por no hablar del vestido blanco, ahora unos harapos grises y deshilachados, ni de los pies descalzos que habían venido chapoteando en el barro durante millas.

—Angie —salió de entre sus labios agrietados finalmente mientras la lágrimas acudían también a sus ojos.

Angie asintió enfáticamente mientras se frotaba los ojos con los puños para limpiarse las lágrimas, pero finalmente se abandonó y se lanzó a los brazos de su amiga sollozando.

Lis y Morderek las encontraron así, minutos después, sentadas y abrazadas sobre el barro llorando desconsoladamente entre hipidos y respiraciones ahogadas cada una con el rostro sobre los hombros de la otra.

—Vanessa supongo —le sonrió Lis cuando se separaron dándole la mano a la amiga de Angie para ayudarla a incorporarse.

La niña estuvo a punto de tropezar y caer pero Lis la sujetó con fuerza.

Angie se levantó rápidamente y la agarró del otro brazo.

Sus rostro infantil estaba teñido de preocupación:

—Con cuidado —susurró—. Estás muy débil.

—Estoy bien —susurró Vanessa.

—No —negó ella—.Has perdido demasiado peso y ya estabas en los huesos antes. Has hecho un gran esfuerzo para llegar hasta aquí. Lo mejor será que descanses. Montaremos un campamento a las afueras del bosque, lejos de las bestias y pasaremos la noche ahí, así podremos dormir bien todos —se giró hacia Morderek—. Por favor, lleva en brazos a mi amiga, está muy débil, no quiero que haga demasiados esfuerzos.

Morderek asintió de mala gana pero se acercó dispuesto.

Sin embargo, Vanessa le dedicó una mirada de aversión que los sorprendió a todos.

—Puedo andar yo sola, todavía. Gracias —farfulló y se soltó de las manos de Angie y Lis mientras se adelantaba al grupo.

Angie brincó tras ella.

—¿Qué pasa? —preguntó—. Lo siento. Quizás me he sobrepasado de protectora pero deberías de descansar.

—No pasa nada Angie —respondió Vanessa sin mirarla.

—Pues deja que Morderek te lleve en brazos, a él no le importa —insistió ella.

—Te he dicho que no es necesario —replicó ariscamente y miró de reojo al mago negro.

Angie se quedó callada durante un segundo. Conocía lo suficientemente a su amiga para ver que tenía algo en contra de Morderek pero le resultaba extraño porque nunca se habían conocido.

Como haciendo eco de sus pensamientos, Vanessa la miró de soslayo con cierta desconfianza:

—¿De qué conoces a esos dos chicos?

—No tienes nada que temer —ignoró la pregunta, la niña—. Son amigos.

Vanessa no respondió nada pero frunció el ceño.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora