4-Lamento de Lobos - Seducción.

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Aquella mañana antes de acudir a su despacho, Nawin reclamó al duque de las Brumas para audiencia.

El elfo se mostró sorprendido de que su petición de cita se hubiese adelantado tanto. La reina esperaba su reacción. El elfo sabía perfectamente que no atendía con agrado las peticiones y exigencias de los nobles como él.

Cuando entró en la sala de recepción, el duque ya la estaba esperando:

—Majestad —se inclinó—, impecable como siempre.

Nawin correspondió a su cumplido con una seca inclinación de cabeza.

Sabía que incluso en ese halago, el misterioso elfo de las brumas decía solo la verdad a medias. No dudaba de que las criadas habían hecho un buen trabajo, enroscando su cabello dorado en un tocado de trenzas terminado en una tiara de piedras preciosas. Su vestido verde esmeralda, resaltaba también el tono de sus ojos, pero sabía que ahora mismo el duque se estaba preguntando por las ojeras que enmarcaban estos.

No había dormido en toda la noche. Antes de que despuntase el alba, había mandado llamar a su consejero de más confianza, Éressar, el gran duque, para que adelantase su cita con aquel noble. A sus problemas con aquella mentalista se había sumado una rosa y el temor de una conspiración.

—Ha sido una grata sorpresa que hayáis podido recibirme antes—intervino con un amago de sonrisa el elfo.

—Me alegro que no os haya supuesto inconveniente—respondió Nawin con frialdad.

No le gustaba el trato con aquella raza.

Los elfos de las brumas eran  misteriosos y fríos. Tenían ante todo fama de manipuladores y de traicioneros. Durante años habían sido los causantes de la mayoría de las conspiraciones a la corona y, aunque habían ayudado a desenmascarar la última, a Nawin le costaba recordar que eran sus aliados.

El apoyo que le brindaban duraría tanto como durase el cumplimiento de sus intereses por parte de la reina y no más.

Ellos no tenían lealtad a nadie salvo a sí mismos. Siempre habían odiado ser gobernados y eran la familia más cerrada e introvertida de todas.

De esa casa noble se decían rumores siniestros, desde que eran mayoritariamente nocturnos hasta que eran capaces de volverse invisibles o incluso que estaban malditos.

Nawin no dudaba de que parte de esos dichos venían dados por sus rasgos raciales. Los elfos de las brumas tenían el  cabello blanco o plateado y la piel de un tono grisáceo con un aspecto de ónice.

Eso no influía en su belleza.

El elfo que estaba en frente suya era sumamente atractivo. Su cabello de plata caía más allá de la mitad de la espalda y sus ojos violáceos al igual que su sonrisa misteriosa resaltaban sobre su piel de aspecto pétreo.

Y le había propuesto matrimonio.

Nawin sintió un nudo en el estómago y trató de centrarse en lo que debía:

—¿Qué información os ha proporcionado vuestra red de espías recientemente…?

Él esbozó una sonrisa sesgada mientras sus ojos la atravesaban:

—Mi señora—susurró—yo prefiero llamarlos contactos.

—Vuestros contactos pues—frunció el ceño.

—La casa del valle está desconforme con las últimas leyes que habéis establecido. Echan en falta mayores privilegios y esperan que dos de sus más jóvenes vástagos sean nombrados caballeros pronto. La casa de los robles se marchita. El conde no tiene herederos ni parientes jóvenes que puedan heredar el cargo y las nuevas dicen que hace ya dos lunas que ni siquiera es capaz de levantarse de la cama.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora