6-La Archimaga, el Centinela... - El Paso Sur.

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Llegaron a la frontera con el Reino de los Elfos al cabo de unos días.

Rolan contempló el inmenso y frondoso bosque frontera que rodeaba en su integridad al territorio, como una barrera infranqueable guardada por los elfos salvajes, los centinelas.

Shi-Mae alzó su mirada hacia las altas copas y esbozó una sonrisa. Se giró hacia Rolan:

—Bienvenido al Anillo —le dijo—. La frontera de mi tierra —proclamó—. La barrera que ningún humano debe atravesar.

Su mirada de zafiro se posó en un desfiladero que abría una brecha en el Anillo y hasta el cual llegaba un camino. El desfiladero estaba protegido por un baluarte compuesto por dos elegantes torreones entre los cuales había un inmenso portón guardado por los Centinelas.

Varios carruajes aguardaban en frente de él a ser registrados y que les permitiesen el paso.

La mirada de Shi-Mae pareció ensombrecerse.

—¿Conocéis ese lugar? —adivinó Rolan.

—Muy bien —replicó ella secamente—. Es el Paso Sur, uno de los pocos accesos al reino —suspiró— Lo he atravesado multitud de veces, de hecho mi prometi... —se interrumpió a la mitad de la frase y endureció su rostro—. Da igual.

Rolan ignoró ese último comentario:

—Pero deduzco que ahora no podremos pasar por allí.

—No, no podemos —le dio la razón Shi-Mae—. Para que un humano pudiese entrar en el Reino de los Elfos necesitaría un salvoconducto firmado por la mismísima reina y en cuanto a mí, en el momento en que me identificase o alguien me reconociese me detendrían.

—¿De qué te acusan? —preguntó Rolan, sorprendido.

Shi-Mae hizo una mueca de desprecio:

—De intentar asesinar a la reina.

—Vaya —repuso el cazador.

Permanecieron en silencio incómodo unos instantes:

—¿Qué sugieres pues? —preguntó él.

—Evitar el desfiladero y atravesar el bosque.

Rolan se rascó la nariz:

—¿Tan fácil es atravesar el bosque? Quiero decir, entonces todo el mundo lo haría y cualquiera podría colarse en el Reino.

Shi-Mae resopló despectivamente:

—No, no es fácil. El bosque es prácticamente impenetrable y además está vigilado por los Centinelas que tienen orden de disparar y abatir a cualquiera que trate de entrar en sus dominios sin permiso.

Rolan frunció el ceño:

—¿Y no has pensado que eso es quizás un pequeño inconveniente? —recalcó con sarcasmo.

—Tranquilo —repuso ella—. Utilizaremos magia para ocultarnos de la mirada de los Centinelas. Además —añadió—, no es la primera vez que hago esto. Un poco al oeste del baluarte hay un vado en el río. Lo atravesé con un escolta en una ocasión, para despistar a mis enemigos, mientras un carruaje señuelo de mi familia hacía lo mismo por el Paso Sur. Cruzaremos la frontera por ahí.

Rolan asintió sin demasiado entusiasmo.

No tardaron en llegar al río. El cazador detuvo su caballo al pie de las cristalinas aguas.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora