2- Sospechas en la Torre- Malas noticias para traidores

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Morderek observaba a la persona sentada en frente de él.

Tras unos segundos en silencio se decidió a hablarle:

-¿Podrías quitarte la capucha? Resulta muy incómodo ser observado sin saber quien lo hace.

-Como quieras. –se encogió de hombros el encapuchado. –Pero no me conoces.

-Tengo muchos contactos, -le sonrió alentadoramente –así que probablemente sí.

-Pues no. –reconoció sorprendido cuando el desconocido se quitó la capa.

Morderek observó con curiosidad al visitante, o más exactamente a la visitante.

Delante de él había una joven muchacha que le sonreía maliciosamente. Tenía una nariz pequeña y respingona, las mejillas pecosas y los bucles que formaba su cabello negro no llegaban a sus hombros. Sus ojos negros brillaban con picardía mientras lo observaba.

-Te dije que no me conocías. –le señaló.

Morderek ignoró su intervención:

-¿Quién eres?

-Soy Angie y tú eres Morderek.

-Sí, gracias, eso último ya lo sabía. –replicó con sorna. -¿Se puede saber de qué me conoces? No te he visto en mi vida.

-Simplemente te conozco. –susurró ella mirándolo misteriosamente.

El joven resopló exasperado pero averiguó que ella no pensaba decir más al respecto así que se calló incómodo.

Sin embargo, Angie parecía estar en su propia casa. Cuando el camarero pasó a su lado le pidió que le trajese una jarra de cerveza y que se la cobrase a Morderek.

-¡Eh!-protestó él. –¿Quién te ha dejado darte por invitada?

-Nadie. –respondió encogiéndose de hombros.

-¿Y no te parece tener un poco de cara dura? –comentó molesto.

-¡Mira quién lo dice! El mayor impertinente y caradura del que  tengo noticia. –se burló haciendo que él la observase aún más intrigado.

-No sabes si tengo siquiera dinero para pagar. –gruñó.

-¡Oh, créeme! Lo sé... –rió- Lo sé todo. –susurró mirándolo a los ojos de una forma que le produjo escalofríos.

Morderek observó como el camarero traía la jarra y Angie se la ventilaba de un trago antes de limpiarse los morros con la manga de la remendada blusa que llevaba.

-Las damas no  deberían beber así. –observó el chico.

-Pero es que yo no soy una dama, -repuso ella antes de sonreírle perversamente y añadir –soy una niña de la calle, como tú antes de ir a la torre cuando eras “el perro” en vez de Morderek y tenías que servir a un viejo estafador y malabarista que se hacía llamar el  “Gran Dim”.

Morderek se quedó petrificado. Su rostro había perdido todo el color y sus manos temblaban de rabia:

-¿Cómo te atreves a decir eso? ¿Quién te ha dicho esas mentiras? ¡Yo, soy Morderek, no un mendigo de la calle! Y por si eso no lo sabes, soy un gran hechicero. ¡Un día me convertiré en el más poderoso y toda la gente que dice infamias sobre mí se lamenterá de haberlo hecho! ¿Lo has oído? Díselo a quien te haya contado esas tonterías. ¡Os mataré a todos! –rugió de pie, totalmente fuera de control mientras Angie ponía los ojos en blanco, lo que lo enfureció aún más. -¡Y tal vez, tú, asquerosa niñata, seas la primera! Así que no tientes a tu suerte, explícame a qué has venido, márchate y no vuelvas a poner tu culo en este lugar por el resto de tu vida. –finalizó antes de volver a sentarse  todavía temblando.

Avergonzado de su arranque de furia miró alrededor pero en medio del jaleo de la taberna nadie más parecía haberlo advertido.

Hubo un silencio tenso durante unos segundos antes de que Angie se decidiera a hablar:

-Busco a Shi-Mae.

-¿Qué?- soltó él mientras crispaba los puños.

-Busco a Shi-Mae. –repitió ella-¿Ha pasado por aquí? ¿La has visto?

-No, no la he visto. ¿La has visto tú?

Ella pareció dudar:

-Sí… y no… -admitió sin decidirse a explicar más. –Tengo noticia de que pretendía pasar por aquí.

-¿Entonces está viva? –tartamudeó Morderek. -¿Y dices que tiene intención de venir a esta posada? ¿A aquí? ¿Para qué?

Angie no respondió pero lo miró de arriba a abajo de una manera bastante elocuente y el mago comprendió.

-Pues no pienso a esperar a que esa elfa se digne a posar sus pies por estos lares. –replicó pálido como la cera. -¡Ahora mismo me voy!

Angie pareció no haberlo oído. Sus ojos estaban perdidos en algún punto de la pared de detrás de él, como si esta fuera algo absolutamente fascinante.

Morderek ignoró a la niña en Babia y se levantó de la silla. Entonces la voz de la muchacha lo sobresaltó:

-Déjalo, ya es demasiado tarde.

El joven se volvió para mirarla:

-¿Qué? ¿Por qué?

Angie ya no parecía alienada, sus ojos miraban entornados hacia la entrada y sus labios estaban iluminados por una sonrisa entre pícara y perversa:

-Porque está detrás de la puerta. Va a entrar.

Morderek la miró espantado:

-¿Cómo lo sabes? ¡Tienes que estar de broma!

Desvió la vista hacia la entrada. Al principio no percibió nada entre las mesas repletas de bebida y las juergas de los borrachos pero un instante después se fijó en los grandes portalones de roble.

Una de sus manillas se desplazaba inexorablemente hacia abajo. Alguien la estaba moviendo desde fuera.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora