4-Lamento de Lobos - Recuerdos de una Traidora

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El camino era de tierra y serpenteaba por el campo bajo el sol abrasador del mediodía. Shi-Mae llevaba horas caminando por él. Un hechizo de teletransportación o un medio mágico para llegar a su destino, el reino de los elfos, hubiera sido mucho más sencillo pero no podía permitírselo por varios motivos.

Nadie podía entrar o salir del reino de los elfos mediante magia, teletranportándose, sin ser percibido. Había sido una gran idea que  habían tenido los magos elfos para evitar la presencia de indeseables.

Hace tiempo, Shi-Mae habría podido teletransportarse directamente sin ningún problema y nadie habría hecho nada al respecto, pero ahora estaba supuestamente muerta, con un nigromante tras su pista y, según algunas versiones que circulaban por su tierra, era una traidora a la corona.

Si utilizaba su magia para volver a su tierra de forma rápida no solo conseguiría que Nawin, el consejo, la torre y todo el reino se enterase de su regreso, sino que, probablemente, en seguida sería capturada y metida en prisión  a la espera de un juicio. Y por nada del mundo, pensaba tolerar eso.

A ello había que añadir dos motivos más. El hombre que la había devuelto a la vida o su amo, como se proclamaba él, la estaría buscando. La hechicera se había aplicado hechizos para no ser encontrada por la mirada de los óculos pero ello no implicaba que un hechicero tan poderoso como él no pudiese rastrearla si percibía su rastro mágico al realizar otros conjuros, especialmente aquellos que incluían un cambio de posición.

Y por último estaba el pacto que había realizado.

“Una vida a cambio de obediencia y lealtad”.

Una vida con la condición de obedecer y de servir, de ser esclava y no tener libertad.

Sorprendentemente Shi-Mae no lo había pensado demasiado.

El Otro Lado había sido una tortura para ella. A menudo pensaba que hubiera preferido dejar de existir al igual que había hecho Suren que soportar aquello.

La elfa había puesto sus esperanzas en el momento, en poder resucitar gracias a Morderek.

No había sucedido. Su condenado aprendiz se había negado a devolverla a la vida. En reprimenda ella se lo había llevado consigo al mundo de los muertos. Y sí, torturarlo hasta la muerte habría sido una forma de posponer su frustración y dolor pero ni la venganza le había proporcionado alivio.

Tras ello y ya sin nada en que distraerse, sus pasos la habían llevado cerca de las ventanas y franjas desde donde los muertos podían contemplar el mundo de los vivos.

Aquello solo había sido otra forma de aumentar su impotencia ante su condición de muerta.

El mundo había continuado su devenir sin  ella.

En el reino de los elfos, Nawin ejercía el poder y su padre, Shi-Yun, hacía años que había dejado de llorar su muerte para habituarse a una nueva situación nobiliaria en la que tenía que vender, como una carta de comodín, su apoyo a otros nobles según soplase el viento.

En la torre, Jonás se erigía como un archimago poderoso, ostentando el lugar que ella siempre había deseado.

Tanto en el consejo de magos con en el escalafón de poder de la nobleza su puesto había sido inmediatamente sustituido por otros con más alegría de poder subir en jerarquía que preocupados por lamentar su ausencia.

Ni siquiera, la gente mostraba ya demasiado interés en averiguar qué era lo que le había pasado y, el único hombre al que había amado jamás, había rehecho su vida lejos de los elfos y la magia, como lobo y con otra mujer.

No solo se sentía impotente por no poder influir en el transcurso de los acontecimientos sino que tenía que soportar como su recuerdo se iba diluyendo y como poco a poco sería como si nunca hubiese existido en aquel mundo de vivos que contemplaba.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora