2- Sospechas en la torre - Lis

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El valle parecía tranquilo, hacía poco que había salido el sol. Los pájaros comenzaban a trinar alegremente y todavía se oía el lejano aullido de algún lobo.

La joven se removió en su cama, antes de abrir los ojos con somnolencia. Se incorporó y se apartó el enmarañado cabello pelirrojo hacia atrás de un manotazo. Con un suspiro se levantó y abrió la ventana para observar el bosque.

Los árboles de hoja caduca empezaban a amarillear, comenzaba el otoño. Cuando llegara el invierno se teñirían de blanco y entonces haría justamente dos años desde que Yairak se había ido.

 Sin embargo, ella seguía allí, en la torre y sin claras perspectivas de poder marcharse pronto, pensó mientras observaba su eterna túnica violeta antes de pasársela por la cabeza.

Bajó a desayunar, tratando de adecentar la cardada melena sin resultado y estuvo a punto de tropezar con una irritada y anciana Tina, la cual discutía con la aprendiz de cocinera. Su sobrina, otra muchacha tan torpe como lo había sido en tiempos su tía.

Con un suspiro, se dejó caer en un banco a lado de Trash.

-¡Buenos días, Lis! –la saludó el chico con su habitual tono animoso. – Deberías haberte levantado más pronto, durmiendo tanto y estudiando tan  poco te alcanzaré antes de que te presentes a la prueba del fuego.

Lis no respondió, frunció el ceño y fijó la mirada crítica en su cuenco de gachas, en el cual, la sobrina de Tina había dejado caer involuntariamente varios pelos suyos.

A su  lado, el chico rubio continuó hablando:

-Aunque, la verdad, ya te he alcanzado. –añadió con tono pretendidamente inocente. –Aunque, no me has felicitado. A lo mejor resulta que ves mal y no has advertido el cambio de color de mi túnica. –concluyó con ironía mientras emulaba una mueca facial de tristeza y disgusto.

Lis giró la mirada y advirtió que efectivamente la túnica azul del muchacho había pasado a violeta como la suya.

-Enhorabuena. –contestó en tono desapasionado. -¿Quién te examinó?

-Dagarian y tu padre, afortunadamente.

La chica evitó una sonrisa, lo que Trash había querido decir es que lo desafortunado hubiera sido que lo examinase su madre. Volvió a fijar la mirada en las gachas con tristeza.

Trash continuó parloteando:

-Dagarian y Jonás creen que estaré preparado para la prueba del fuego en año y medio aproximadamente. Ya han fijado la fecha de mi examinación. –Las manos de la joven se crisparon en torno al cuenco del desayuno, él lo advirtió. –Deberías hablar con ellos. ¿No?

-Me dirán que es mejor esperar a que esté totalmente preparada.

-¡Oh, claro! –sonrió él con ironía. –Es que tu habilidad con el fuego es patética.

-Hace ya mucho que estoy preparada para la prueba, pero mi madre no quiere que la haga. –añadió en tono sombrío.- No quiere…

-Que te vayas de la torre. –completó Trash simultáneamente. –Y sabe que lo harás en cuando tengas la túnica roja. No soporta ver que su adorada niñita se ha convertido en una gran mujer adulta, madura y responsable. –añadió en tono melodramático, provocando las risillas de dos niños idénticos, situados a su derecha.

Lis arqueó una ceja antes de contraatacar:

-En realidad, teme que cuando me marche nadie sea capaz de meterte en cintura y te desmadres. –concluyó con una sonrisa y los ojos chispeantes.

-Humm…-repuso él con la boca llena de gachas. –No te creas, tu explosiva y llameante madre me da bastante miedo aunque es cierto que Jonás y Dagarian jamás serían capaces de dominarme.

-No estés tan seguro. –replicó una voz a sus espaldas.

Trash escupió las gachas del susto y Lis sonrió mientras  el resto de la gente sentada en aquella mesa reía.

Detrás del descarado muchacho rubio, estaba  Dagarian, un túnica roja poco mayor que ellos de piel muy oscura y amable sonrisa blanca. Este torció su mirada hacia los dos niños idénticos de primer grado y que aún no habían logrado contener las risotadas.

-Y ustedes también. Sabed que os vigilo. –añadió señalando a los gemelos que intercambiaron entre sí una mirada traviesa. Después se dirigió a otra mesa para hablar con una aprendiz.

Lis lo observó alejarse:

-Sin duda, a mis padres les gustaría que siguiese los pasos de Dagarian. Que me convirtiese en maestra después de consagrarme y me quedase en la torre.

-Bueno, -repuso Trash engullendo una tostada. –Dagarian es feliz así.

-Pero yo no. –sentenció-  Además… -meneó la cabeza, no le apetecía sacar a Yairak en la conversación.

Trash no advirtió su vacilación:

-Si tantas ganas tienes de jugártela con las llamas vete hoy  a hablar con ellos. Después de fijar la fecha de mi examinación tendrán que fijar también la tuya o por lo menos, darte excusas más elaboradas.-argumentó con la boca llena.

-Está bien… -resopló ella. En aquellos momentos discutir con sus padres le apetecía tanto como tirarse de cabeza a una piscina de agua helada.

Al levantarse, Zaeria le sonrió y los gemelos que tenían la boca llena levantaron el pulgar para desearle suerte.

Lis  les dio la espalda para salir de la cocina cuando le llegó la inocente voz de Trash como un jarro de agua fría:

-Aunque de todas maneras no sé por qué tienes tanto interés en consagrarte e ir a buscar a Yairak cuando es evidente que a él no le importas. Por algo se marchó en vez de esperarte.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora