2-Sospechas en la torre - Nuevos planes.

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El camino estaba franqueado por campos de cereal. El cielo estaba teñido de colores anaranjados y rosados, la luz del crepúsculo se reflejaba en las espigas que se inclinaban por la brisa.

Angie se detuvo. Sus pies estaban machacados y sus manos llenas de pinchazos al haber tenido que apartar las zarzas cuando estas invadían el sendero. En la muñeca derecha, fuertemente anudado, estaba el jirón de la túnica del hombre que había secuestrado a su amiga.

Su mirada recorrió los cultivos que flanqueaban el camino. Llevaba todo el día caminando sin detenerse, siguiendo el sendero y eligiendo unas direcciones u otras en los cruces según su intuición. Sin embargo, ahora su percepción no parecía sentirse atraída por el hecho de continuar por aquel sendero, a falta de intersecciones parecía que la única opción consistía en ponerse a andar cultivo a través.

¡Qué estupidez! ¿Qué pasaría si desobedecía a sus presentimientos? ¿Y si siempre hacía caso de sus intuiciones, adónde la llevarían sus pasos? Tal vez, a  ninguna parte. Tal vez, siguiera caminando eternamente sin un destino fijo. Aquella era una posibilidad interesante, se dijo, sin embargo, no tenía tiempo para elucubraciones.

Angie quería encontrar al hombre que había secuestrado a su compañera y salvarla. Por otra parte, sabía perfectamente que su don no funcionaba así y no le mostraría la forma de hacerlo simplemente con desearlo.

Frunció el ceño, aquella noche, antes del ataque de Rainius había tenido un sueño o visión muy extraños, porque de algo estaba segura, todas las personas y acontecimientos que había visto eran reales.

Aquello no era mera casualidad, tenía que haber una relación con lo que les había pasado en la feria.

Angie se dejó caer sentada al borde del camino, un poco más allá, en el cultivo, un perro-lobo que debía ser utilizado como pastor ladró en señal de protesta. Lo ignoró. Era cierto que nunca había logrado controlar sus visiones, pero tampoco había tenido sueños de aquel tipo, tal vez si lo intentara ahora…

Angie cerró los ojos y esperó. Nada, esperó unos minutos más. Tampoco, solo percibía el silbido de las espigas por la brisa, el sonido de los grillos y los ladridos de aquel desquiciante chucho. La invadió una profunda rabia. Por aquel condenado encapuchado, había perdido a su mejor amiga, a su hermana y jamás sería capaz de encontrarla. Sus dedos se engarfiaron en torno al jirón de tela, sus dientes rechinaron, si lo encontraba… si lo encontraba… lo mata…

El jirón de tela se amplificó y de repente se convirtió en una túnica gris que se dirigía rauda por un pasillo oscuro y de piedra.

Su sorpresa fue tanta que estuvo a punto de abrir los ojos de golpe pero se contuvo a tiempo y se esforzó por seguir concentrada.

La silueta del encapuchado desembocó en una sala mucho más amplia pero igualmente pobre iluminada.

Había un hombre encapuchado que vestía totalmente de negro y se encontraba de pie. En el centro de la sala, una mesa ovalada de madera y sentada a ella, fuertemente encadenada y amordazada, había una mujer elfa.

Angie la ignoró y proyectó su mente hacia donde el encapuchado que había secuestrado a Vanessa estaba estableciendo conversación con el otro hombre.

-Tal como queríais, vuestras órdenes han sido cumplidas.

El secuestrador de Vanessa tenía la voz suave y modulada y a Angie le resultó escalofriantemente familiar pese a que sabía con certeza que solo se había cruzado con ese individuo una vez, antes.

El otro encapuchado, cuyas vestimentas eran mucho más elegantes y ricas, asintió:

-Como era vuestro deber. Habéis realizado un buen trabajo con la pequeña Kin-shannay. Es una pieza fundamental de nuestro plan, aunque de momento es demasiado débil. –torció la cabeza hacia la mesa. – Ahora me preocupa más ella.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora