7-La Batalla - Muerte a la Corona

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—¡Muerte a la corona!

El grito sonó como un latigazo en sus oídos. Como un cubo de agua fría que la despertase de un sueño. A pesar de todo, durante unos segundos, mientras decenas de espadas se desenvainaban a la vez en un estruendoso ruido metálico, Nawin no sintió nada.

Nada, salvo el mismo desconcierto que la había embargado cuando Hay-Kar se había levantado de la mesa y se había dirigido a tenderle la mano a Shi-Mae. A la reaparición de una fallecida que había sido mitad, una madre para ella y mitad, una pesadilla.

¿Qué demonios estaba pasando allí?

Solo reaccionó cuando sintió como Éressar la agarraba fuertemente del brazo y tiraba de ella para levantarla de la silla mientras gritaba:

—¡Conspiración! ¡Proteged a la reina! ¡Derrotad a los traidores!

El tiempo pareció detenerse con sus palabras.

Conspiración.

Rosas con espinas tortuosas sobre el dosel de la cama.

Unas letras color rojo sangre.

"Esto es por vuestra culpa·"

La sonrisa seductora de Hay-Kar.

El tiempo se reanudó con un zumbido recorriendo el aire.

Nawin se apretó contra Éressar un instante antes de que algo se clavara entre ella y la mesa.

Una flecha había cogido parte de la tela de su vestido.

La elfa tiró con rabia, rompiendo el traje para liberarse del engancho. Éressar volvió a agarrarla violentamente y la hizo resguardarse con él detrás de los escudos de dos guardias blancos que ya habían acudido a protegerlos.

—¡Muerte a la Corona! —se oían más aullidos en el salón.

A su lado, el Gran Duque estaba pálido como una sábana. Sudor frío le corría por la sien.

—¡Maldita rata de Hay-Kar! —masculló ayudándola a agacharse.

Una flecha impactó en el cuello de uno de los guardias que los protegía y la sangre comenzó a brotar a borbotones como una fuente. El cuello era el punto más expuesto por la armadura de la guardia blanca de la Corona. Más que suficiente para un arquero elfo. El soldado hizo una especie de gorgorejo desesperado, escupió sangre y se desplomó en el suelo y el escudo con él. Al otro lado, pudieron ver a un elfo de las brumas bajar levemente el arco con una sonrisa de satisfacción, solo para volver a cargarlo apuntando hacia ellos.

No llegó a disparar porque se convirtió en piedra. Un hechicero lo había petrificado.

Nawin trató de incorporarse por encima de otros guardias que habían acudido a protegerla para ver mejor.

Éressar tiró de ella hacia abajo, horripilado:

—¡Majestad! ¡Pueden abatiros!

—Dejadme —se libró de él, enfurecida, pero musitó un conjuro para crear un escudo a su alrededor.

Varias flechas quedaron suspendidas en el aire de forma grotesca en su trayecto hacia su cuerpo pero Nawin las ignoró. Sus agudos ojos verdes trataron de analizar la situación por encima de la hilera de guardias que la protegía.

El salón había sucumbido al caos.

Todos los soldados presentes se habían unido al combate y también los hechiceros. Visto desde aquel punto resultaba difícil saber quién luchaba en cada bando.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora