7-La Batalla... - Demasiado tarde.

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Trash carraspeó.

El silencio se hizo durante unos segundos en la salita, pero no durante demasiado tiempo.

Como el joven no comenzó a hablar inmediatamente se reanudaron los cuchicheos y las exclamaciones.

Trash paseó la vista alrededor.

Se encontraban reunidos en la sala en la que solían hacer sus habituales reuniones y juergas nocturnas, cerca de su habitación. Sin embargo, esta vez, los estudiantes no se encontraban desparramados por los cojines cerca de la chimenea sino que rodeaban el respaldo del sofá al que él se había subido para hablarles. A sus pies de pie y brazos cruzados, se encontraba Yairak, entre serio y ausente como si aquello no fuera con él y el resto de alumnos de la torre, unos más entusiasmados que otros.

Todo menos contentos, lo observaban desde más lejos Zaira y Dagarian.

Trash rehuyó la mirada fulminante de la joven nómada y se fijó en el mago consagrado.

Los ojos negros fruncidos de él parecían advertir "Ni se te ocurra hacerlo".

Demasiado tarde, pensó, Trash, ya le daba igual meterse en problemas.

—¡Alumnos! —proclamó tras un carraspeo— ¡Alumnos! —repitió más alto hasta que los gemelos interrumpieron sus habituales risillas y lo miraron—. Estamos solos en la torre. Los maestros se han ido y...

—¡Un maestro sigue aquí! —lo interrumpió Zaira gritando desde el fondo—. Dag está aquí. Puedes bajarte de ese sofá cuando quieras que no tienes ninguna autoridad —le espetó furiosa.

Trash les dirigió una mirada torva:

—Podéis venir a hacerme bajar de él si queréis —le respondió. Su mirada se fijó en los ojos negros enfadados de Dag de nuevo—. Dagarian, si quiere, además, puede demostrar que es algo más que un lameculos de sus superiores y ofrecer alguna solución.

Algunos de los alumnos estallaron en carcajadas.

El túnica roja desvió la mirada, meneando la cabeza disgustado.

—Muchos son solo niños. ¡No puedes manipularlos ni utilizarlos de esa manera, Trash! —gritó Zaira rabiosa e hizo ademán de acercarse a la multitud que la observaba hostil pero Dag la retuvo cogiéndola del brazo y le susurró algo al oído.

Trash desvió la mirada de ellos y respiró hondo antes de volver a mirar el resto:

—Como iba diciendo —alzó la voz—, estamos solos en la Torre. Cuando Angie y Lis desaparecieron se nos prohibió hacer algo y salir a buscarlas. No nos dieron explicaciones a pesar de que sabemos que ella dejó una carta —hubo abucheos y sonidos de indignación, principalmente provenientes de los gemelos—. Cuando hicieron preso a Conrado, tampoco recibimos ninguna explicación al respecto. Ni de por qué esta mañana han partido todos camino del Bosque Dorado —se oyeron cuchicheos preocupados— ¡Estamos hartos! —exclamó Trash. Los gemelos lo secundaron y se vieron más gestos de aprobación—. Y ahora de que se han marchado deberíamos de hacer algo. ¿No? —varias personas asintieron y algunas aplaudieron. Se los estaba ganando poco a poco. Tampoco era tan raro, Trash siempre había sido el alma de la fiesta y tenía don de gentes—. Yo os digo—continuó—, que Lis era mi amiga y que no voy a quedarme aquí sentado sin hacer nada, a ver si aparece por miedo a represalias. ¡Me dan igual! —Trash miró de soslayo a Zaira y a Dag. Ella echaba chispas, él meneaba la cabeza con los labios apretados mirando al suelo—. ¡Qué se metan Salamandra y Jonás sus amenazas por donde les quepan! ¡Voy a salir a buscarla! —se oyeron a aplausos—. ¿Estáis conmigo?

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora