5-Dana y ... - Un Antiguo Conocido.

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El viaje prosiguió lento pero constante hacia el norte.

Durante las largas caminatas Lis tuvo muchos momentos para pensar y para evaluar su situación.

Todo parecía indicar que Harald se había resignado a que los acompañase y todo indicaba, a su vez, que le hacía tan poca gracia como al principio.

 El mago negro la ignoraba en la medida de lo posible y, cuando le hablaba, utilizaba un tono mordaz y desagradable. Las miradas que le dirigía, eran a menudo burlonas, cuando no, hostiles.

Sin embargo, a pesar de la fanfarronería y prepotencia del muchacho y de la aparente frialdad de sus ojos verdes, a veces, Lis tenía la vaga sensación de que el chico la observaba con cierta aprensión, como si ella fuese un escorpión a punto de clavarle el aguijón.

Después de que Angie accediera a que los acompañase le había hecho algunas preguntas acerca de qué tipo de interés podría guardar una alumna de la torre a aventurarse con desconocidos al rescate de otra muchacha a la que tampoco la unía ningún lazo.

Lis había optado por contestar una media verdad. Quería conocer mundo y aquella era una oportunidad espléndida, por no hablar de que deseaba escapar del férreo control al que estaba sometida en la torre por parte sus padres.

Cuando complementó la explicación con un par de quejas sobre el  comportamiento de Jonás y Salamandra pudo ver como el mago negro esbozaba por primera vez desde que lo conocía algo parecido a una sonrisa sincera de diversión. Impresión momentánea, porque en seguida pareció recordar que Lis no era de su agrado y le dio la espalda, enfurruñado.

En cualquier caso, al menos, parecía no haber detectado la otra parte de verdad oculta y solo esperaba que sus padres leyesen la carta que le había entregado a Dagarian  y la localizasen antes de que Angie y su compañero averiguasen cual era su verdadero propósito allí.

De todas formas, pensó, mientras caminaba un poco detrás de Harald y la niña, ella sentía tan poco aprecio por el mago negro como él por ella. Era cierto que el individuo tenía un aura particular que le llamaba la atención. Sus ropas de cuero negras, su mano enguantada, el aro de una de sus orejas y hasta la melena recogida en una cola en la nuca le daban un aspecto peligroso y sus ojos verdes hipnóticos lo hacían irresistiblemente misterioso. Pero Lis era consciente, a su pesar, de que Harald era tan atractivo como idiota y de que no debía fiarse de él.

Angie, en cambio, parecía muy cómoda en su compañía, como si conociese al joven desde siempre.

Mientras estos pensamientos pasaban por su cabeza, avistaron a lo lejos a unos hombres a caballo, acercarse galopando por el sendero que transitaban.

—Escondámonos —ordenó Morderek al verlos.

—Siempre nos estamos escondiendo —gruñó Lis. Aquella, era la tercera vez en ese día que corrían a agazaparse a un lado del camino— ¿Qué tenemos que ocultar?

—Podrían  ser enemigos —sentenció él.

—¿Enemigos de quién?  —insistió la pelirroja molesta—. Eres un poco paranoico. ¿Para qué iban a querer unos desconocidos hacernos daño? ¿Es que acaso vas cometiendo delitos o ganando mala fama por cada lugar que pasas?

Morderek no respondió pero su cara dio a entender que la cuestión no iba del todo mal encaminada. Por suerte, Lis no lo advirtió. Su vista estaba fija en Angie que se había situado en el medio del sendero y agitaba los brazos buscando que los desconocidos aminorasen la marcha y parasen a su lado.

—¿Qué estás haciendo? —rugió el mago.

—Son mercenarios. No los conoces ni te conocen —lo tranquilizó la niña.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora