Era el señor Kim, era biología... Era imposible no volverme loca cuando sabía que el profesor no ayudaba y la asignatura no era de mis puntos fuertes.

Pero lo cierto es que avancé bastante hasta la hora de prepararnos.

—Creo que eso podría quedarte bien —indicó mi madre al ver el conjunto sobre la cama—. Vendré en un rato para ayudarte con el pelo, no pude llamar a la señora Kwon para que nos ayudara.

Asentí.

La señora Kwon era quien se encargaba de todo en aquella casa de locos. Recogía y mantenía el orden, de vez en cuando hacía la comida, nos elegía la ropa, era nuestra estilista y peluquera... Era una mujer mayor, con tres hijos y con necesidad de un gran sueldo que mi madre le daba. Y, aunque a veces me sentía bien por darle trabajo a esa mujer que tanto lo necesitaba, sabía que en el fondo, no era tan importante tener a alguien que se encargaba de las tareas de la casa cuando podíamos hacerlo entre todos.

Pero mi padre no quería eso.

—Necesito conseguir que tu padre se levante ya de la cama —salió de allí perfectamente lista puesto que se había estado preparando desde rato antes.

Suspiré antes de empezar a vestirme.

Había decidido ponerme unos pantalones negros tipo campana de tela como suave para evitar manchas o incomodidad por llevar falda y, encima, una camisa de manga larga con una especie de volantes en las mangas y un cuello en forma de pico que la verdad es que no sabía si terminaba de sentarme bien puesto que no tenía un pecho muy prominente, diría incluso que bastante más pequeño de lo normal. Era un poco demasiado para la edad que tenía pero mi madre se había empeñado en que fuera de esa manera.

Y de nuevo, no iba a quejarme, como siempre, me iba a resignar.

Después de vestirme y mi madre conseguir despertar a mi padre que había dormido toda la mañana después de la guardia en el hospital, me ayudó a plancharme el pelo como si fuera una baba, lo cual no me gustaba nada porque se me pegaba a la cara y de siempre me habían gustado las ondas que residían en él. Le daban vida a lo que a veces parecía no tenerla. Me colocó una banda blanca en la cabeza y después, me hizo un maquillaje sencillo en el que destacaban mis labios color burdeos.

—Toma, ponte estos tacones del mismo color de tus labios, te quedarán bien —y lo cierto es que no mentía. De verdad que mi madre en vez de vendedora de bienes de raíces, podría haber sido modista.

Tenía un sentido de la moda muy bueno.

—¿Tienes un bolso que puedas dejarme? —Asintió ante mis palabras. No tardó en volver con un pequeño bolso blanco con una correa fina.

Me miró de arriba abajo antes de sonreír.

—Estás preciosa —indicó y no pude evitar sonreír.

—Tú también, mamá —mantuvo su sonrisa y por un momento vi un ápice de luz en sus ojos.

Ella llevaba un vestido pegado que marcaba perfectamente la línea de su cuerpo. No era una mujer muy voluminosa y lo cierto es que nuestra familia no se caracterizaba precisamente de eso, pero, sus muslos sí que marcaban la diferencia y esa pequeña presencia de caderas la hacía verse menos delgada de lo que ya era. Era rojo, despampanante y con un escote en pico que mostraba la curvatura de su pecho que, aunque no era mucho lo que tenía, lucía igual de bien.

—¿Quizás es demasiado? —Negué con la cabeza.

—Creo que es perfecto —aseguré y ella sonrió aún con mayor fuerza.

—Pues entonces es hora de que nos vayamos.

Bajamos al primer piso, encontrándonos con mi padre vestido con un pantalón de traje negro, una camisa roja de botones abierta al principio y una chaqueta tipo cazadora fumando en el descansillo de la casa. Tomamos nuestras cosas y nos subimos al coche que él conducía. Solo nos acompañaba el hilo musical y agradecí que fuera así. Permanecimos en silencio hasta llegar al restaurante donde mi madre había citado a la familia Choi. Pronto nos bajamos y caminamos hasta la mesa que habíamos reservado.

HOPE ━ j. hoseokWhere stories live. Discover now