CAPITULO LV

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9 de Noviembre del 2013

       El pequeño Mark entró en la casa con pasos lentos y carita entre triste y aliviada, mientras seguía con la mirada cada paso que daba Okami, a quien esa tarde finalmente habían podido llevar a casa. Al día siguiente de que Maiya desapareciera, y de que Alejandro llegará a la propiedad; lo primero que habían hecho era ir a la veterinaria en dónde el “secuestro” había ocurrido. Afortunadamente no todo fueron malas noticias, pues de paso descubrieron que Ryu aunque delicado, sobreviviría, y que Okamí estaría lista para marcharse en dos días. Sin embargo,  no habían encontrado una sola pista que les indicara que había ocurrido.

       En ese momento, Alejandro que estaba sentado haciendo una llamada, tratando de averiguar si los hombres que él había contratado para ayudarles, habían encontrado algo; hizo una mueca de disgusto y sujetó con más fuerza de la  necesaria el celular, al ver que era James quien  había acompañado al pequeño Mark. Aunque en cierto punto no le extrañaba.

      Desde que todo este calvario había empezado, el sujeto se había auto nombrado el guardaespaldas de su pequeño sobrino, ¡Y de qué forma!… un espectáculo melodramático al más puro estilo Hollywood, dónde las lágrimas no habían faltado, pues el discurso por parte de James, en dónde aseguraba que no se despegaría de Mark para que nada le pasara y para que Robert no se preocupara, fue suficiente para convencer al hombre lobo de que su tío era digno de confianza.  Qué cosa más estúpida de su parte.

     Si bien era cierto que con todas las cosas que habían ocurrido últimamente, parecía que habían pasado años desde su llegada; Alejandro solo tenía nueve días de haberse colado en la vida de la familia McAvoy, y como tal, estaba bastante consciente que justo hacía nueve días que James McKidd, había aparecido en su hotel para advertirle del peligro que corrían Maiya y Mark. Además, si no se equivocaba, él mismo había mandado a la tal Sara con las fotografías que se convirtieron en la manzana de la discordia dos días atrás. Era una pena que no se la hubiese topado en la propiedad.

       En conclusión, todo esto resultaba lo suficientemente sospechoso como para desconfiar de ellos, e incluso decirle a Robert; sin embargo, al parecer James no era nada tonto, y sabía muy bien cómo utilizar las cosas a su favor, pues en cuanto notó la forma en que Alejandro le miraba, en la primera oportunidad que tuvo de hablar con él a solas, se encargo de sembrarle la duda respecto a sus buenas intenciones. ¿Cómo? De la manera más sencilla, haciéndole notar lo peligroso que resultó al final para Maiya quedarse al lado del alfa, y asegurándole que tarde o temprano algo podía pasarle también al niño, y que justamente por eso él se autonombro su guardaespaldas para protegerlo…. Sí claro.

       Pese a todo, Alejandro solo estaba seguro de una cosa, y aunque le doliera en el alma tenía que enfrentarla… Robert estaba perdidamente enamorado de Maiya; y ella de él. Nueve días podían ser poco tiempo para juzgar quien era bueno o malo en esta película sobrenatural; pero Alejandro se negaba a seguirse engañando, pues sabía muy bien a quien Maiya había decidido amar.

        De pronto, la voz insistente al otro lado de la línea le hizo despertar de sus propios pensamientos; sus neuronas últimamente tendían a analizar todo con lujo de detalle, y parecía que desde el golpe estaban más lentas y quisquillosas a la hora de hacer su trabajo… aunque seguramente se debía precisamente al golpe.

         -¿Entonces no encontraron nada?-. Preguntó tratando de retomar el hilo de la conversación, sin dejar de mirar con el ceño fruncido hacia James.

        -Hicimos todo lo que pudimos; tal y como nos dijo, no escatimamos en gastos para obtener los accesos, sin embargo…-. El hombre al otro lado dejo escapar un suspiro decepcionado, y se tomó unos segundos para tratar de decirlo lo más claro posible. –Esos pobres infelices nada tienen que ver en esto…-. Dijo refiriéndose a los cazadores.

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