CAPITULO XLIV

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1 de noviembre del 2013

       Durante un par de segundos (literalmente dos segundos), Maiya se detuvo a pensar entre sus interesantes maquinaciones un asunto de suma importancia… ¿Debía o no debía llamar a la puerta antes de entrar?… a la mierda, se suponía que era su casa ¿No?, y el que estaba allí adentro era su marido ¿No?, y se supone que no podría pasar absolutamente nada en un despacho que ella pudiese interrumpir ¿No?, joder por su propio bien más les valía que no.

        Al abrir la puerta de golpe, el pepe grillo en su cabeza le grito “Debiste llamar a la puerta” mientras que su Hannibal Lecter con su clásica porte elegante le dijo “Actúa normal, invítala a cenar… mátala… y dásela de comer a los perros”. La idea no resultaba tan mala a excepción por lo de dársela a los perros; si lo hacía probablemente les provocaría una indigestión.

        La malvada arpía estaba sentada sobre el escritorio, recargando ambas palmas de sus manos para poder inclinarse más cómodamente… y quedar a solo unos pocos centímetros del rostro de Robert, que estaba sentado como si nada en su gigantesca silla de cuero negro. A Maiya le acababan de aventar una tina de agua helada.

        Ahora ya no tenía dudas respecto a lo que estaba pasando. Robert se había cansado de ella, y Alejandro había llegado en el momento justo para que él pudiera echarla de su lado sin verse como el villano de la historia. Simplemente necesitaba arrojarla a sus brazos, y él podría correr de nuevo hacia Sara.

       Esto era un golpe bajo… y dolía, dolía mucho.

        -Maya-. Sara se levantó del escritorio con una sonrisa llena de satisfacción al ver a su rival. –No tenía idea de que habías llegado. Por supuesto que hubiese ido a saludarte-. Sínicamente caminó hasta acercarse y poder saludarla con un beso en la mejilla; para luego verla de pies a cabeza. –Cariño ¿Fuiste a una fiesta de pijamas por el halloween?

         -Hola Sara. Algo así-. Maiya respiro profundamente, su asesino serial interno estaba a nada de mostrarse. -Te importaría darme unos minutos a solas… con mi marido-. Ella posó sus ojos sobre Robert, provocándole un escalofrío. Su mirada tenía un brillo que nunca antes había visto en ella.

        -No. Por supuesto que no-. Sara tuvo que hacer un gran esfuerzo para sonreír y actuar como si nada. Odiaba a esa mujer, en verdad la odiaba.

        En el momento en que la arpía dejó la habitación, un interesante duelo de miradas dio inicio. Maiya y Robert se veían fijamente sin ser capaces de interpretar que estaba pensando cada uno; o peor, sin saber en realidad como se sentían.

        -Siento mucho haber interrumpido… obviamente estabas muy ocupado…-.Ella camino hasta el escritorio y se sentó en una de las sillas para quedar frente a Robert.

       -Escucha Maiya…-. De acuerdo, desde un principio él sabía que este plan era una completa idiotez, pero si lo analizaba fríamente era una buena idea… una buena solución. Solo tenía que explicárselo mejor. Sin embargo, ella no estaba muy dispuesta a permitírselo en esos momentos.

      -¿Sabes que Mark esta con Alejandro?-. Replicó ella interrumpiéndolo.

      -Sí. Al parecer salieron más temprano de clases por algún evento de los maestros o algo así-. Él hizo un ademan despectivo con su mano. –Cuando llegó Alejandro y yo estábamos hablando. Hubiese sido imposible tratar de engañarlo. Olfato de lobos-. Dijo señalando su propia nariz, con una sonrisa sin ganas.

       -Y por ti mejor si el niño se entretenía con él. Así tú podías estar a solas con Sara.

      -¡¿Qué?! Claro que no. Fue solo que…

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