CAPITULO XXX

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10 de septiembre del 2013

Con un oso de peluche gigante en una mano, y un hermoso ramo de rosas rojas en la otra, James entro en la casa principal haciendo uso de toda su galantería.

    -Y bien ¿En dónde está mi nuevo sobrino?-. Preguntó mientras ponía en el suelo el oso, que media mucho más de un metro.

     Mark, que en ese momento estaba atacando sin piedad un segundo trozo de un delicioso pastel de chocolate, se quedó con un pedazo a medio camino, pues el hombre ya lo había localizado y se acercaba a toda prisa, ignorando por completo a la gente que estaba en el recibidor. El enano estaba petrificado viendo a James que caminaba directo hacia él, y luego, sin siquiera tener tiempo de reaccionar, sintió como le estrujaban sus pequeñas mejillas repletas de chocolate por dentro.

     -Oh, pero mira nada más ¡Si es todo un galán!-. Dijo James con fingido entusiasmo, mientras le pellizcaba con más fuerza los cachetes al pequeño.

      Mark sentía literalmente como toda la habitación se movía, cuando de hecho, lo único que en realidad estaba casi dando vueltas era su cabeza. No tenía idea de quien rayos era el extraño hombre que los sujetaba, y se preguntaba cómo había vivido engañado toda su vida; y es que el estaba seguro que las únicas que hacían lo que le estaban haciendo, eran las tías cincuentonas y regordetas de las cuales sus compañeros de clases algunas veces le hablaron; en ese entonces hubiera dado lo que fuera por tener una familia de la cual quejarse, ahora mismo ya se replanteaba la idea.

       Al pasar unos cuantos segundos, y la evidente negativa de “la tía cincuentona metida en el cuerpo de un hombre” a soltar sus mejillas, Mark no tuvo más opción que recurrir a medidas extremas. Abrió un poco la boca, empujo la lengua, y los restos de comida que aun tenía fueron a caer directo sobre el zapato de James.

      -Ah lo siento, por la forma en que movías mi cara era difícil mantenerlo adentro-. Expreso Mark con toda la tranquilidad del mundo, para luego dar una radiante sonrisa. –Yo soy Mark, ¿Y tú eres?

      El silencio sepulcral, que hasta esos momentos reinaba durante la extraña escena, fue roto ante la sonora carcajada de Robert; la cual no duro absolutamente nada, pues Maiya casi lo fulmino con la mirada. Reírse de la gracia (nada educada) del niño, no era más que alentarlo; y aunque la verdad es que ella también estuvo a punto de estallar de la risa, tuvo que aguantarse, su trabajo como mamá se lo impedía. Ya más tarde se daría gusto recordando.

     -Ejem… Mark, te presentó a James.-. Dijó Robert, haciendo como que se aclaraba la garganta, intentando disimular, cuanto todos se habían dado cuenta que en realidad se burlaba. –De ahora en adelante se podría decir que será tu tío.

     James estaba en total estado de shock. ¡Ese engendro acababa de escupirle comida en sus zapatos!

     -Pues encantado de conocerte tío James-. El niño extendió su mano para saludar a su nuevo “tío” y sonreía de forma encantadora, como si absolutamente nada hubiera pasado.

      Por su parte, James seguía sin poder digerir lo que acababa de pasar; ¿Acaso se burlaban de él?, oh sí, sí que lo hacían y con letras mayúsculas. El destino era tan maldito y desgraciado, que no conforme con hacerlo soportar a Robert, ahora le mandaba lo que parecía ser un clon en miniatura. Hasta la sínica sonrisa que le daban en esos momentos era jodidamente igual. Esto era  una especie de maldición. Y para colmo, se tenía que llamar Mark.

      -No…no te preocupes…-. Pudo finalmente responder James, con una media y nerviosa sonrisa mientras le estrechaba la mano. –No tiene importancia-. Comentó alborotándole el cabello al niño; intentando con todas sus fuerzas no arrancarle la cabeza en vez de eso, su estado de ira y frustración había llegado a niveles insospechables en solo segundos. Entonces una idea cruzo por su cabeza; él no tenía por qué ser el único en sentirse de ese modo. –Simpático…-. Comentó ahora mirando fijamente a Robert. –El pequeño es idéntico a ti hasta en el carácter… nadie se atrevería a negar que es tu hijo.

PredestinadosWhere stories live. Discover now