CAPITULO XXXI

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     12 de septiembre del 2013

     Era cerca de la una de la tarde en Madrid, cuando Antonio Duque iba entrando en el edificio de Editoriales Paladín.

     La tarde anterior, Ana, la encargada de llevar las riendas de este proyecto iniciado por su hijo, le había hecho una llamada que lo había dejado muy preocupado; al parecer, Alejandro tenía  poco menos de un mes que prácticamente había dejado a su cargo la Editorial, lo cual no era un problema, pues en sí este negocio había sido fundado para que trabajara de forma independiente a las empresas Duque; el problema, es que Alejandro se había empeñado en negarse a la renuncia de Maiya, y que hacía una semana los abogados ya no recibían más instrucciones por su parte, y estaban atorados sin saber muy bien como darle fin a este problema, pues el abogado de ella exigía a estas alturas que le dieran una respuesta.

      Antonio, que estaba totalmente enterado de la situación entre su hijo y Maiya, no tuvo que darle muchas vueltas al asunto para saber qué era lo que estaba pasando; por eso, en cuanto entro en el edificio, pidió que le llevaran a la oficina que usaba Alejandro cuando iba, todos los documentos referentes a este caso, los examinó cuidadosamente, y luego llamo a los abogados, a quienes les hizo algunas preguntas rápidas para terminar de resolver el crucigrama.

      Como obra del destino, o quizás de la suerte; en ese mismo momento, pero en otro continente y varias horas más temprano, Logan, que aun se encontraba en México tratando de resolver algunos asuntos, tanto personales como de trabajo; pensó que era una buena hora para llamar a Madrid y ver qué respuesta daban los abogados de la editorial.

      La respuesta fue en cierta forma mejor de lo que esperaba. Después de haber sido testigo de los intentos de Alejandro para recuperara  a Maiya, estaba un ochenta por ciento seguro que requería, no solo de toda su astucia como abogado para ganar este caso, sino prácticamente de un milagro para hacer que ese hombre la dejara libre; fue una suerte que el veinte por ciento restante resultara ser el ganador de la estadística: los abogados le pidieron que les diera unos minutos en línea, que solo necesitaban hacer una llamada, y terminada esta le daban la respuesta definitiva.

      Logan, que en ese momento estaba seguro de su victoria en el caso, decidió llamar a su amigo para darle la gran noticia; después de todo sabía, que aunque aun  no fueran ni las ocho de la mañana, Robert ya debería estar más que despierto; y así era.

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     Maiya se quedó de piedra cuando escucho el nombre de la editorial; ya que, hasta ese momento Logan se había estado haciendo cargo de todos los tramites que requería su renuncia; pues en vista de que aun había procesos que resolver en cuanto a su libro publicado, y a otros dos trabajos que estaban pendientes, la editorial no estaba facilitando las cosas. Aunque ella sabía muy bien, al igual que Robert, que todos estos famosos “requisitos” no eran más que excusas por parte de Alejandro para no dejarla ir.

       -Hola… Maiya ¿Sigues ahí?... creo que se ha perdido la línea…-. Comentaba Ana, aparentemente a la persona que estaba en un lado suyo.

      No es como si Maiya no pudiera hablar con ellos, pero el hecho de tener a Robert mirándola totalmente confundido, mientras le preguntaba solo con movimientos de sus labios quién era, le ponía realmente nerviosa. Hasta ese día las cosas habían estado, sino bien, cuando menos eran tolerables; por lo que ella estaba segura que en cuanto se enterara que esto tenía que ver con la editorial, y por ende con Alejandro… enloquecería.

      Justo en ese momento, el celular de Robert comenzó a sonar; lo llevaba en el bolsillo de su pantalón, por lo que rápidamente lo tomo para verificar de quien se trataba; era Logan. Él le mostró la pantalla iluminada por el nombre de su amigo a Maiya, para que viera de quien se trataba.

PredestinadosWhere stories live. Discover now