CAPITULO XI

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12 de Mayo del 2013

     Maiya no tenía idea de que estaba sucediendo, su cuerpo la estaba traicionando pues  en lugar de ayudarla se había quedado estático; motivo… simplemente se sentía excelente tener cerca a ese extraño, como si toda su vida hubiese estado esperando por ese perfecto momento…”¡¿perfecto?!” se grito a sí misma en su cabeza; que iba a tener de bueno que un completo desconocido te sacudiera cual juguete. Hombre lobo o no, ese idiota se enteraría en ese momento de quien era ella, o más bien de lo que era capaz; aprovechándose de la cercanía que los unía, y recordando las tardes en las que hasta el cabello le dolía debido a sus entrenamientos, utilizo la técnica más sucia y efectiva conocida contra un hombre… un golpe bajo; solo necesito levantar su rodilla izquierda con todas sus fuerzas, y en menos de un segundo el “pobre” ya la había soltado pues hasta se doblo del dolor que le provocó. Sin embargo, una  de las lecciones básicas que conocía era “jamás subestimes a tu enemigo” y ella menos que nadie se podía dar ese lujo si el sujeto en cuestión era un hombre lobo; así que aparte del rodillazo, con toda su fuerza física y emocional (tenía que escapar a como diera lugar) le dio un gancho en la barbilla, justo en el momento en que el taxi se colocaba junto a ellos.

     Robert estaba tan aturdido por la presencia de esa mujer  y su extraño aroma, que su parte más salvaje se salió de control; abordarla de la manera en que lo hizo fue estúpido, y lo confirmo en el momento en que sintió un dolor tan fuerte, que incluso su cuerpo se doblo; por suerte para él, al ser un hombre lobo su condición era diferente a los humanos normales, así que se recuperaba a una velocidad impresionante;  aunque no le valió de mucho, pues apenas ese dolor estaba desapareciendo, cuando en segundos recibió un segundo golpe, tremendo derechazo directo a la barbilla. Lo siguiente que supo fue como la joven le paso por un lado y se subió a un taxi.

    El taxista ni siquiera era capaz de formular pregunta alguna, observaba impactado de Robert a Maiya y de Maiya a Robert.

     -Por favor ayúdeme…-. Dijo Maiya sonando tan desesperada como realmente se encontraba. –Mi ex marido… él intento golpearme… lléveme al aeropuerto, por favor… rápido…-. La mentira del ex marido malvado siempre funcionaba. El taxista al ver el estado en que se encontraba Maiya, miró iracundo hacia Robert, y luego se arranco de inmediato sin preguntar más.

     Poniéndose finalmente derecho, Robert observo al taxi alejarse mientras se acariciaba la mandíbula; pero con un rápido movimiento se giro y tomo a alguien por el cuello.

   -James…-. Robert se relajo en cuanto vio de quien se trataba, soltándolo de inmediato.

    -Tranquilo… ¿Quién es la fierecilla?-. Pregunto desenfadado, sin embargo, por dentro la curiosidad lo estaba volviendo loco; sería posible que Robert supiera algo que él no.

     Robert dirigió su mirada al taxi que cada vez estaba más lejos, y pensó en subir a su moto e ir tras ella, pero eso no tenía ningún sentido, pues sabía que ella se las ingeniaría para escaparse; lo cual lo hizo suspirar y mostrar un atisbo de sonrisa en sus labios.

     -Mi destino-. Respondió con franqueza. –Y no me interesa como… pero quiero que la encuentren, ¿está claro James?.

     Durante todo el camino, el taxista no volvió a preguntarle nada a Maiya respecto al incidente; ella supuso que lo hizo por cortesía, intentando no angustiarla más de lo ya evidente, y en verdad lo aprecio; sin embargo, lo que aquel hombre ajeno al mundo sobrenatural que ahora enfrentaba Maiya, notaría con una mirada, sería algo que la dejaría en shock.

      -Puede estacionarse por ahí por favor-. Le pido Maiya, cuando diviso a Mark y Jaky cerca de una de las paradas de taxis. -¿Cuánto va a ser?

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