CAPITULO XXXIII

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15 de septiembre del 2013

      Al salir de la casa, Maiya le dio la razón a Robert, la noche era simplemente perfecta para un picnic. La luna apenas y mostraba una pequeña parte en el cielo; sin embargo, las estrellas brillaban tanto, y había tantas de ellas, que parecía incluso que si levantabas tu mano, una de ellas caería entre tus dedos.

      Todo iba perfecto hasta que se adentraron en el terreno boscoso, las copas de los árboles cubrieron por completo la luz de los astros en el cielo; adentrando a la familia en una engañosa obscuridad. Robert les había dicho que conocía el lugar perfecto para su pequeña excursión; pero Maiya nunca se puso a pensar, que al ser ellos hombres lobos, si visión nocturna era tan buena como en el  día; en cambio la de ella, una simple mortal… se redujo a sombras tenebrosas, y sin una linterna que la auxiliara, el camino se estaba volviendo cada vez más difícil de llevar.

      Intentando seguirles el paso tanto como les fue posible, Maiya caminaba con los ojos tan abiertos como podía (aunque poco le servía) y sus manos se mantenían en alto para no chocar de lleno contra los troncos. De vez en cuando escuchaba las voces de Robert y Mark, hablando extrañamente bajo entre sí, o los ladridos de Ryu y Okami,; pero lo cierto, es que toda su concentración estaba en no ir a dar de rodillas contra el suelo.

      Entre sus intentos por ver más allá de lo que sus ojos podían, unas extrañas luces que parecían bailar entre sí captaron su atención. Al distraerse tratando de averiguar que era, su tenis quedo atrapado por una gruesa raíz que sobresalía de la tierra, haciéndola perder por completo el equilibrio. Maiya cerró sus ojos y un grito salió de sus labios; estaba segura que el golpe iba a doler.

      -¿Estás bien?-. Los brazos de Robert la rodeaban con cuidado, recargándola contra su pecho.

       -Sí, gracias…-. Maiya estaba por dar un paso atrás para alejarse de él, no es que no le agradeciera el ayudarla, pero sabía que tenerlo tan cerca nunca resultaba en algo bueno; cuando su mente recordó el motivo de su distracción, provocando que todos sus músculos se tensaran, y en lugar de alejarse se aferrara más a ese perfecto torso. –Mark… ¿Dónde está Mark?

       -¡¿Qué?!-. Robert sintió como Maiya se aferro más a su agarre, y en esta ocasión fue él quien se tensó; no porque no le agradara que ella hiciera eso, sino porque sabía que esta no era una reacción normal en ella. –Está a solo unos pasos de distancia de nosotros, ¿Por qué?

     -Fuegos fatuos…-. Maiya había sido una escéptica empedernida durante toda su vida… hasta el instante en que un niño se convirtió en lobo frente a sus ojos; desde aquel momento, si siquiera llegaba a escuchar rumores respecto a cualquier cosa sobrenatural, ella lo creía fervientemente. –Vi…. Yo vi fuegos fatuos. Este bosque esta embrujado-. Una cosa era enfrentar algo físico que pudieses golpear (vampiros, hombres lobo, zombis incluso) y otra muy diferente era ver un fantasma. Maiya estaba a punto de desmayarse.

      -¿Embrujado?-. Robert estuvo a punto de soltar una carcajada, sabía perfectamente que era lo que ella había visto, pero tampoco quería arruinar la sorpresa.

     -Te estás riendo…-. Aquello no era una pregunta sino una acusación, ella había distinguido perfectamente el tono de diversión en la voz de Robert, aunque no pudiera ver su rostro, sabía que se estaba burlando. –Yo sé lo que vi, y no pienso dar un paso más…-. Maiya se soltó del agarre,  y retrocedió un paso.

       Robert, que efectivamente intentaba con gran esfuerzo contener su sonrisa, avanzó hacia ella y la tomó por la mano.

      -Te prometo que lo único sobrenatural en este lugar, son los hombres lobo que lo habitan-. Dijo de forma seria, acercándose aun más. –Así que por favor… confía en mí

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