CAPITULO XLVI

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       5 de noviembre del 2013

     Confundida era una palabra, que no lograba abarcar el significado de cómo se sentía; todo lo que había a su alrededor se esfumo en ese instante, tocando esos labios, sintiendo ese abrazo, el bom bom de aquel corazón acelerado que solo latía por ella; sin embargo, había algo que no se alejaba de su mente... Mark, y por ende, Robert.

       Maiya cortó el beso tan pronto como sus pensamientos gritaron esos nombres; y el vértigo que sintió a causa de la velocidad en la que sus ideas se mezclaban en su cerebro le hizo abrazarse con fuerza a Alejandro. Ella lo amaba, simplemente no podía negarlo; pero entonces ¿Por qué sentía que estaba traicionando a Robert?

      -No puedo…-. Las palabras fueron como hiel en sus labios. –Perdóname por favor; pero no puedo hacer eso…

      Si para Maiya fue difícil decir esas palabras; para Alejandro escucharlas fue una tortura. Él sabía que ella lo amaba, podía verlo en sus ojos, en la forma en que su piel reaccionaba a su tacto, por el rubor en sus mejillas cuando le hablaba; pero no podía quitarse de la cabeza el recuerdo de la forma en que miraba a Robert. La batalla estaba más reñida de lo que imaginaba, y la verdad es que le daba miedo pensar que podía incluso estar perdida.

      -Está bien…-. Dijo finalmente, tratando de mostrar un tono de voz tranquilo mientras le acariciaba tiernamente la espalda. –No debí haberte pedido algo así en primer lugar; se que no es el mejor momento. Perdóname.

      *********************

      Ian estaba recargado sobre la pared que quedaba frente al restaurante, donde Alejandro y Maiya estaban cenando. Había tenido que usar un auto rentado para poder seguir a la adorable señora McAvoy durante toda la tarde; y ahora estaba allí, con una gorra que le cubría la mitad del rostro, y fumándose un cigarro tratando de pasar desapercibido.

      Odiaba tener que hacer este tipo de trabajos en su tiempo libre; pero aparte de que James pagaba muy bien cuando las cosas salían como quería; tampoco es que tuviera muchas opciones para negarse. Hacía diez años que McKidd había sellado su destino convirtiéndolo en un asesino. Ahora solo podía ser su perro faldero; como todos lo llamaban.

       Ya tenía tres horas en el lugar, cuando finalmente los vio salir. Maiya guiada por Alejandro salieron del local tomados de la mano. Ian dio un pequeño silbido mientras levantaba la ceja; la verdad es que no entendía muy bien cómo es que Robert estaba de acuerdo con eso… o al menos eso es lo que había entendido por lo que le dijo James; eso de que TU ESPOSA salga con otro no debe ser fácil de aceptar. Así que para cómo él lo veía, en este caso había dos opciones: ó su líder quería dejar de ser un lobo alfa, y convertirse en un alce… por aquello de la ornamenta; ó finalmente Sara Fox había logrado su cometido. Aunque si era la segunda opción lo entendía a la perfección, esa mujer era una diosa; pero… su esposa tampoco estaba nada mal…

       Él arrojó el cigarrillo a la banqueta y lo aplasto con el pie, para luego sacar del bolsillo trasero de su pantalón su celular; y rápidamente hacer toda una secuencia de fotografías. No tenía idea de para que quería James esas imágenes, si Robert estaba al tanto de esta salida; pero estaba seguro de que en esa maquiavélica cabeza ya había un siniestro plan en marcha.

        Una vez que su trabajo estuvo hecho, y que la pareja se subió cada cual a su auto, Ian suspiro y envió los archivos a James. Por ese breve instante, el corrupto policía sintió lastima de su líder; era increíble que siendo tan listo, no se hubiera dado cuenta aun que tenía viviendo consigo a su peor enemigo.

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