CAPITULO XLVII

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        Maiya dio un  paso hacia atrás, sujetó con más fuerza de la necesaria la perilla de la puerta, y su estómago empezó a sufrir fuertes calambres. ¿Acaso esta mujer no tenía un gramo de vergüenza en el cuerpo? Por supuesto que no, que pregunta más tonta viéndola como venía vestida.

       -Sara, que sorpresa tenerte por aquí... dos veces en el mismo día-. Mierda ¿Dijo eso en voz alta?

     -Maiya...-. Sara respondió con una sonrisa forzada, al tiempo que la miraba de arriba a abajo. -Solo pase para agradecerle a Robert su ayuda esta mañana...-. En cuanto notó como el gesto de Maiya se volvía serio, una sonrisa descarada apareció en su rostro. -Es increíble que mi carro se haya descompuesto; de no haber sido por él jamás habría llegado a tiempo a entregar esa papelería. ¿Te contó que me llevó en su moto hasta la ciudad? Dios hacía  tiempo que no nos divertíamos tanto...

        Entonces fue Maiya la que sonrío. De acuerdo, la verdad es que su lado asesino estaba a nada de tomar el control e intentar sacarle los ojos a la odiosa mujer que tenía enfrente; pero, por suerte su parte maldosa también estaba presente; y como cual quiera que tuviera un poquito de cerebro podía notar que Sara hacía esto solo para fastidiarla, esta parte de ella bailo de diversión

       -Es bueno saber que al menos tú divertiste…-. El rostro de Maiya se volvió el reflejo de la inocencia. –Aunque Robert no mencionara nada.

      El comentario y su actitud solo provocaron en Sara un subidón de ira desenfrenada. Odiaba tanto a esa estúpida y común humana; que simplemente le resultaba imposible entender que fuese la elegida para estar con Robert. Cuando menos, Alexia era una mujer lobo… no tenía gracia alguna, pero era como ellos; en cambio Maiya no era nada, y ella no estaba dispuesta a retirarse sin cobrarse la humillación.

       -Y lo entiendo…-. Dijo tomando una postura más relajada, luego de que todos sus músculos se tensaran. –Supongo que no sería bueno que este tipo de comentarios salieran en una comida con el pequeño Mark presente…

      Aquello fue como un golpe bajo. Un torbellino de emociones arrasó sin piedad con Maiya. Los miedos que habían estado torturándola durante los últimos días entraban en su mente y la paralizaban. Ella sabía acerca del pasado de Robert,  y que desafortunadamente Sara formaba parte de el; pero el hecho de que esta mujer pudiera formar ahora parte de su presente… y del de Mark, era algo con lo que simplemente no estaba preparada para lidiar.

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       En cuanto el aire se coló a través de la puerta, Robert se dio cuenta quien estaba al otro lado. Una sonrisa socarrona le curvo los labios; y tuvo que hacer un esfuerzo para contener la carcajada en su garganta. Esto definitivamente era una buena señal.

       No se alegraba de ver otra vez a Sara, la verdad le daba exactamente lo mismo y en cierta forma, incluso le fastidiaba. Esa mañana le había dicho con todas sus letras, intentando dejar las cosas claras, que a la única que amaba era a Maiya, y que lo de ellos estaba terminado. Él jamás engañaría a su esposa. Sin embargo, algo en su interior y en el brillo de los ojos de Sara le decía que con eso solo la estaba alentando, esa mujer podía ser bastante insistente cuando quería algo, ya que nunca se le había negado nada. Pero él simple y sencillamente no estaba disponible.

       Aunque eso no evito que su lobo aullara divertido, mientras agudizaba el oído para escuchar lo que ocurría en la entrada. En un principio, fue fácil advertir el tono de celos en la voz de Maiya, lo cual siempre le resultaba placentero; no porque fuera algo que ayudaba a que su ego se disparara al cielo (lo cual también hacía), sino porque con esto se convencía cada vez más que ella también lo amaba. Pero luego las cosas se tornaron complicadas. Sara tenía muchas cualidades, pero si había algo que todos le reconocían, era la habilidad especial para dar justo en el blanco de las inseguridades de otros. Eso la había convertido en una abogada increíble.

PredestinadosWhere stories live. Discover now