CAPITULO LIV

3.1K 277 27
                                    

       7 de noviembre del 2013

       Iban a ser las dos de la madrugada, y Robert seguía dando vueltas alrededor de su despacho como animal enjaulado. Mark estaba dormido en uno de los sillones, y la escaza luz que proyectaba el fuego de la chimenea, remarcaba los tensos gestos del pequeño; el pobre había estado luchando contra la fatiga y tratando de mantenerse en pie, para esperar a su madre, pero al final Robert se las había ingeniado para hacerlo dormir… aunque fuera en su despacho, a su lado.

        La policía finalmente había sacado a todos los cazadores de la propiedad, Logan se estaba haciendo cargo de los asuntos legales, Alec había sido trasladado al hospital por una herida de bala en una pierna, que aunque aparentemente no era serio, tenían que operar para retirar los pedazos incrustados; y Tessa había ayudado a organizar un poco las cosas antes de también marcharse al hospital con su novio. Al final de cuentas, era Robert quien como alfa se había encargado de mandar y disponer que acciones se tomaran luego del ataque.

        Sin embargo, para él el asunto no estaba terminado. No solo Alec y James resultaron heridos, había cuatro hombres más; y encima estaba el hecho de que había sido un ataque perfectamente organizado, pues esos hombres no solo entraron a la hora del cambio de guardia, sino que se colaron en la propiedad por los lugares menos vigilados, iban increíblemente bien armados, y se movían como si trajeran mapas con ellos. Esperar para ver que averiguaba la policía era algo así como una lenta tortura. Sin contar el hecho de que su secreto pendía de un hilo.

        Robert se tomó de un trago el líquido que contenía el vaso en su mano; y de pronto la sensación de escozor en su garganta compitió contra el escalofrío en su espalda. Una de las ventanas que había quedado mal cerrada, se había abierto de golpe ante el gélido viento de la noche.

      -¡Mami!-. Exclamo Mark con  voz asustada, cuando se levantó de un brinco a causa del ruido.

       -Shh…-. Robert llegó a él con un par de pasos y se agachó a su lado, acariciándole tranquilizadoramente la cabeza. –Aun no regresa, seguro ya no tarda… vuelve a dormir…-. Su voz era un susurro amable, y su mirada ámbar brillaba con calidez a los ojos de su hijo.

         El corazón de Mark volvió a latir con normalidad cuando lo vio a su lado; y entre la voz de su padre y el cansancio, los sueños lo envolvieron una vez más.

       Luego de un par de minutos, en los cuales se aseguro de que el niño estuviera dormido, el cerebro de Robert retomo la marcha. Eran tantas las cosas que habían ocurrido en tan poco tiempo, que de no ser porque su hijo estaba a su lado, probablemente ya hubiese colapsado. La presión por haberse descuidado de tal forma, ante la amenaza de los cazadores; los recuerdos de una noche diez años atrás, que se avivaron por los hechos recientes; pero por sobre todo, el dolor y la desesperación de no entender que ocurría con Maiya.

        Horas atrás, cuando Eva le había comunicado que Maiya tomó a su caballo para ir en busca de su hijo; Robert sintió que el mundo podía terminar en cualquier momento. El hecho de que él pudiera ser herido, no era siquiera comparable al temor y dolor que sentía solo de pensar, que su hijo o  esposa sufrieran algún daño; pues la sola idea le estaba desgarrando por dentro, si se volviese verdad, él lo sabía… moriría.

       Pero entonces, Maiya le demostró que no solo era una mujer bella e inteligente, sino una con la fuerza y entereza suficiente como para cuidar de sí misma y de su hijo; y de qué forma, pues aunque hubiese recibido ayuda, siete cazadores no eran cualquier cosa. Sin embargo, ahora todo eso solo era una pequeña parte, del lío que ella comandaba en su cabeza; simplemente no encontraba una explicación razonable al por qué se había marchado de esa forma, o mejor dicho, por qué no volvía a comunicarse con ellos.

PredestinadosWhere stories live. Discover now