CAPITULO XXXVII

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       13 de octubre del 2013

      El foco de atención que estaba centrado en la feliz pareja de recién casados, cambio de curso cuando el grito ahogado de Sara hizo eco por entre la gente; todos a su alrededor dejaron de lado el provocativo beso, para ver a una mujer que luchaba contra la sorpresa, la ira, y la frustración en su rostro, con varios tonos más rojos. Joder, poco le faltaba para comenzar a brillar por el color que estaba alcanzando.

       Con todo el auto control que pudo sacar de lo más profundo de sus entrañas, Sara giro para ver de dónde había provenido el infernal y empalagoso ataque, y en cuanto sus ojos gélidos como glaciares, se toparon con unos cálidos ojos miel que brillaban por la diversión, no le fue difícil adivinar que era de allí de donde ese maldito pastel había salido.

       Haciendo todo lo humanamente posible, Mark había contenido una carcajada cuando el pastel aterrizo en el blanco; la verdad es que no planeaban darle, pero la suerte había estado del lado de Clare, y pum… todo resultó mejor de lo pensado. Sin embargo, su pobre amiga no parecía tan contenta, sabía muy bien que esto iba a traerle serias consecuencias, y para esos momentos por alguna extraña razón ya se encontraba prácticamente escondida tras la espalda de Mark; aunque más bien no era que desconociera la razón, los ojos con los que aquella mujer los veía le habían hecho que la piel se le pusiera de gallina; siendo honesta, parecía que quería comérselos… muy literalmente; y saber que ella podía volverse un lobo no ayudaba para nada al miedo que estaba creciendo dentro de la pobre niña.

      -Fuiste tú…-. Siseo Sara en voz baja y ronca debido al enojo, cuando estuvo finalmente a solo un par de pasos de los niños.

       El niño noto como su amiga se ocultaba tras él temblorosa, por lo que decidió tomar una resolución que estaba seguro, lamentaría bastante en unos instantes.

      -Fue mi culpa…-. Dijo  tratando de no reírse abiertamente, lo cual le estaba costando un montón; pero luego puso cara seria. –No lo hice a propósito…-. Agacho  el rostro, levantó intencionalmente sus ojos, su labio inferior sobresalió un poco, y se preparo mentalmente para su mejor actuación. –Lo siento…-. Soltó con tal arrepentimiento, que probablemente habría sido capaz de ganarse un oscar.

       A Sara no le costó darse cuenta de lo que era obvio… el niño era una copia fiel de su padre. Sin embargo, había algo que los distinguía infinitamente y que ella jamás sería capaz de poner de lado… el engendro que tenía frente a sus ojos, llevaba en sus venas la sangre de la estúpida de Alexia; y eso era razón suficiente para repudiarlo como si fuese un virus mortal.

       Entonces todo pasó muy rápido.

      La frustración por la humillación sufrida, y el odio guardado por tantos años que resurgió con los recuerdos, fueron un detonante difícil de apaciguar; Sara levantó la mano decidida a cobrarse la ofensa, dos enormes perros comenzaron a gruñirle amenazadoramente defendiendo al mocoso, varios murmullos hicieron eco entre la gente una vez más… y una amenaza directa y retadora acalló la multitud.

      -Ni se te ocurra tocar a mi hijo…

       Sara escucho la voz acercarse rápidamente, y un brillo malicioso chispeó en sus ojos; sin darse cuenta, la misma Maiya le había hecho reaccionar a lo que pudo ser el peor error de su vida. Su mano continúo bajando, pero en lugar de golpear con fuerza como había pensado hacerlo segundos atrás, acaricio el rostro del pequeño con toda la ternura fingida que fue capaz de usar.

       -Creo que algo se malinterpreto aquí…-. Dijo Sara con voz tranquila e inocente sonrisa.

      No solo Maiya ya había llegado junto a ellos, también Dana sujetaba ahora por los hombros a la pequeña Clare, quien parecía no haberse tragado el cuento de Sara.

PredestinadosWhere stories live. Discover now