CAPITULO XXIV

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3 de septiembre del 2013

      Robert salió de la casa, y no tenía ni idea de cómo describir su estado actual; aunque últimamente eso parecía ser muy común. Cada vez que intentaba acercarse a Maiya, lo que realmente conseguía era alejarla, lo cual en realidad era bastante razonable, siempre le mostraba lo peor de sí mismo, su bestia interior; desafortunadamente, no podía echarle toda la culpa a su parte salvaje, su parte “racional” se llevaba el mayor crédito. Verla si quiera recordar a Alejandro lo alteraba como nunca antes lo había hecho transformándolo en alguien que no sabía que podía ser; y por otro lado estaba Mark, que parecía no tolerar tenerlo si quiera cerca; se pregunto cómo tomaría la noticia de que se casaría con su mamá… probablemente nada bien.

      Con el ánimo por los suelos, Robert camino solo unos cuantos pasos, y se sentó en una pequeña banca de concreto que estaba situada en el jardín frontal de la casa, desde allí se podía observar perfectamente la iglesia, y la pequeña casa parroquial, donde las luces aun estaban encendidas. Preguntándose qué estaría haciendo ahora mismo su hijo, recargo su cabeza hacia atrás, y observo con especial atención el cielo; era una noche hermosa, completamente despejada, y las estrellas brillaban con intensidad; aquella imagen trajo a su mente un viejo recuerdo. Debía tener unos nueve años; esa tarde había hecho un reto con Logan, quién de los dos podía escalar más alto en un árbol, lo bueno fue que él ganó, lo malo que resultó teniendo una impresionante caída de casi tres metros; lo único que lo había salvado de un gran castigo había sido lo golpeado que estaba; y es que siendo como era, un hombre lobo, sus heridas no habían sido serias, pero no podía salir completamente ileso. Un fuerte dolor de cabeza lo atormento el resto de esa tarde. Luego, ya entrada la noche, su padre había acudido a su cuarto, en donde tuvieron una conversación “hombre a hombre”, donde le había explicado como no podía jugar de esa manera, y es que al hacerse daño él,  también se lo ocasionaba a ellos, sus padres. Cuando finalmente Robert había accedido a nunca repetir una hazaña similar, su padre los había llevado a él y a su madre a un picnic nocturno cerca de su casa; habían tendido una manta en el pasto, y mientras su padre le mostraba todas las constelaciones en el firmamento, su madre repartía en tazas el chocolate caliente del termo. Una sonrisa se apodero de sus labios durante un instante, pero se borro al momento en que se cuestiono ¿Qué dirían ellos si supieran lo que estaba haciendo?. Unos ruidos provenientes de la puerta principal de la casa lo distrajeron.

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     Maiya estaba sentada en la cocina, observando con especial cuidado el anillo que Robert le había dado. Se sentía enojada, frustrada, desesperada… era difícil decidirse por menos de cinco emociones. Todo estaba pasando tan rápido, que aun guardaba la esperanza de que se tratara de un extraño sueño, y despertara en cualquier momento; sin embargo, todo era real, tan real como el maldito añillo entre sus dedos. Sus opciones habían pasado de limitadas a inexistentes; y en cinco días todo habría llegado a su fin, y no era exactamente un final feliz.

      Con gran enojo estuvo a punto de lanzar la pequeña joya por la ventana, pero luego de pensárselo mejor, Maiya la coloco frente a ella en la mesa, y volvió a sumirse en sus pensamientos. ¿Qué tan mal sería llevarse el caso a la corte?, se preguntó a sí misma, y es que viendo cómo iban las cosas, y como habían estado desde sus primeros encuentros con Robert, tal vez existía una mínima posibilidad de ganar la custodia completa de Mark;  el tipo era agresivo, el niño no quería tratar con él, y bueno, ni siquiera sabía hasta ese entonces que había tenido un hijo;¿Acaso no era esa una pésima influencia para el enano?. Y la idea en general era bastante factible, si el pequeño no fuese un hombre lobo; ya que si lo ponía en perspectiva, llevar el caso a la corte podía desatar una tremenda investigación, durante la cual, el pequeño no tan pequeño secreto podía ser descubierto; y si algo así pasaba ella jamás podría perdonarse el haber puesto en peligro a su hijo, porque dijeran lo que dijeran las malditas cadenas de ADN, Mark era su hijo. Entonces, un sentimiento de comprensión se apodero de ella; si, Mark era su hijo y ella haría todo por él, aunque no lo hubiera visto nacer, aunque lo conociera de hace poco… igual que Robert…

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