Capítulo XLIV

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Esa noche en la que todo cambió, recuerdo haber escuchado la puerta abrirse y luego una ráfaga de viento colarse por el último espacio abierto de la madera. Mi respiración era irregular mientras observaba la negrura de la noche y pensaba en cuan silencioso se sentía allá afuera. Ningún auto recorría la avenida y ni una sola de las luces en los edificios aledaños fue encendida. Era como si el mundo me hubiese dado la espalda con el único fin de enfrentarme con mis demonios, demonios dolorosos y sobre todo reales que me veían a los ojos y entonces, justo en medio del choque de miradas, una chispa de furia se encendió en sus ojos, dejándome sentir toda la vulnerabilidad de la que era dueña y apropiándome un poco de la suya.

Podía imaginar mil razones distintas mientras intentaba averiguar el porqué del cambio tan abrupto en su semblante, parecía que Dinah había envejecido diez años en unas cuantas horas y aunque me negara a aceptarlo solamente había una cosa que era capaz transformar vidas en tan solo unas palabras: la verdad. Ella sabia lo que mis labios callaron por años, conocía esa verdad que mi corazón se aferró a envolver con todo ese amor y felicidad que Lauren me dio por tanto tiempo. Victoria tenía razón cuando dijo que solo quedaba un pedazo de vida en mí, y que debía arrancar con mis propias manos si quería que el dolor terminara de una vez por todas. Suspiré con resignación y con la mano en el corazón dispuesta a romper con todo, caminé a su encuentro, no demoró mucho en convertirse en un reflejo de mi cuerpo y finalmente ambas terminamos sentadas una frente a la otra en los sofás de mi viejo y desolado apartamento.

Aclaré mi garganta y ella cerró los ojos instantáneamente, preparándose para escuchar finalmente lo que tanto había anhelado. Sabía que tenía que hablar, pero por algún motivo desconocido no se sentía correcto interrumpir su momento de reflexión, por lo tanto, esperé hasta que ella me diera la señal.

—No puedo seguir haciendo esto, Camila. Tienes que decirme la verdad. —sollozó sin poderse contener. Sus ojos permanecían cerrados y los míos no hacían sino observarla con pena. Me odie por causarle tanto dolor y confusión, pero con lo que iba a contarle esperaba darle un poco de sosiego a su alma adolorida. —¿Lo hiciste?

—Hay mucho más que solo...

—¡Responde, maldita sea! Dime ¿lo hiciste? ¿Mataste a Tori? —analicé sus ojos inundados en lagrimas y supe que antes de cualquier explicación debía aceptar eso que ella tanto temía. —Intenté ayudarte y protegerte de Lauren y de todos, pero ya no estoy segura de estar haciendo lo correcto. Todo está en tu contra y yo no se si pueda seguir.

—Si. —respondí con firmeza mientras veía como esa última pizca de esperanza abandonaba su rostro dejándolo convertido en un manto de absoluta palidez. —Lo hice. Yo mate a Victoria Sanders.

—¿Y te atreves a decirlo así, con tanta frialdad y desvergüenza? Eres una hipócrita.

—Es que ya no siento nada Dinah. Mi cuerpo está cansado de luchar cada día sin un propósito. —respiré profundo mientras recargaba la cabeza en el respaldo y observaba el blanco techo. —Cuando murió Victoria yo me sentía terrible ¿sabes? caí en una profunda depresión de la que solo me sentí capaz de salir cuando las conocí a ti y a Lauren en el estacionamiento del aeropuerto.

—¿Sabías quieres éramos entonces? —me reí sin ganas y terminé asintiendo ante su mirada de tristeza que no me abandonada ni por un segundo.

—Las conocía a todas ustedes desde que Victoria fue ingresada por primera vez. Ella no dejaba de hablar de sus maravillosas amigas y de su novia. De la casa en los suburbios y el perrito al que iban a llamar Coco. Victoria Sanders fue una bocanada de aire fresco para mi vida en aquel momento. Tal vez no creas lo que voy a decirte, pero ella y yo éramos amigas.

It Will Rain (Camren)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon