Capítulo XXXIV

246 16 3
                                    

Y es en ese momento cuando la verdad te golpea en la cara que te das cuenta de que todo lo que creíste y defendiste por años fue tan solo la punta del iceberg.

Mientras Dinah bajaba del taxi y se despedía del conductor con un simple "buenas noches" y empezaba a caminar por la solitaria acera que la llevaría hasta el supermercado, no dejaba de pensar en Camila y en las conversaciones que escuchó. Sabía que no podía ser su mente jugando con ella cuando el nombre de Tori había sido mencionado, ni tampoco la insistencia de Camila por mantenerse despierta, entreteniéndose en solo mirar hacia la silla vacía en la que ella aseguraba había alguien, sin embargo, cuando la doctora se giraba para encararse con el fantasma o la alucinación, únicamente se encontraba con un mueble inútil cuya única función era la acumular polvo.

De acuerdo a su profesión Dinah se guiaba por lineamientos y pruebas que exaltaban el poderío del ser humano mediante la ciencia y la tecnología, por lo que se podía decir que la rubia era una escéptica de primera. A no ser que tuviera de frente al mismo Dios, ella se negaría completamente a creer en él. Para ella tan solo existía aquello que pudiera, ver, tocar, escuchar, oler, probar y sobre todo aprender mediante su cerebro, nada que fuera contra las leyes de lo que ella conocía era cierto, por lo tanto, las conversaciones unilaterales que había presenciado y escuchado eran tan solo reflejos de su intoxicación por el alcohol,y hasta que no hablara con Camila esa sería su única creencia.

Como si fuera una respuesta para Dinah un rayo iluminó el cielo, provocando un fuerte estruendo que rompió por completo el silencio y la calma en el que se encontraba Princeton aquella noche. La lluvia empezó a caer suave, pero de pronto dejó caer todo su poder ante todo lo que encontrara a su paso, siendo Dinah la principal perjudicada cuando entró al supermercado completamente mojada. Las puertas corredizas se abrieron advirtiendo de su presencia al chico tras el mostrador que apenas y podía mantenerse despierto. Dinah lo saludó con educación mientras se dirigía hacia el pasillo de fármacos. Se detuvo justo frente a la sección que necesitaba y luego de tomar un par de frascos y dudar en otros mas debido a que no eran lo que estaba buscando, gruñó enfadada y caminó de regreso al mostrador, esperó su turno justo después de un hombre de edad madura que, a juzgar por su peso, la gorra roja en su cabeza y el chaleco acolchado de color azul, era un camionero.

—Treinta y nueve con cincuenta — escuchó decir al cajero mientras acomodaba su pequeño cóctel de medicamentos encima del mostrador. El mundo a su alrededor estaba en automático por lo que Dinah no se dio cuenta de la persona que se ubicó detrás de ella en la fila. La persona a sus espaldas sonreía con diversión mientras esperaba su turno. —¡Buenas noches, señorita! ¿Encontró todo lo que buscaba? —preguntó por cortesía mientras pasaba las cajas de medicamentos por el escáner, Dinah asintió y justo antes de que el vendedor cerrara la venta una voz se hizo escuchar por encima del ruido de la registradora.

—Lo siento, también llevará esto. —dijo con una extraña y fingida voz dulce y tanto Dinah como el cajero vieron a la recién llegada con duda y asombro.

—¿La señorita viene con usted? —preguntó el cajero a Dinah y antes de perder más tiempo, la rubia le dio una rápida mirada a los escasos tres productos que Nicolette iba a pagar y asintió. —Perfecto. Ochenta y nueve con noventa por favor.

Sin perder mas tiempo, Dinah dejó un billete en el mostrador y sin esperar el cambio y el ticket, tomó la bolsa con sus medicinas y salió del supermercado sin detenerse aun cuando escuchó al cajero junto a la voz de Nicolette Daddario pidiéndole que esperara.

—¡Dinah, espera por favor! Tenemos que hablar.

—No tengo tiempo para perder contigo Daddario. Vuelve a casa con Lauren y deja ya de molestarme.

It Will Rain (Camren)Where stories live. Discover now