Capítulo XLI

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La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que a cualquier cosa en la que se vierte.

Mark Twain

La incomoda pesadez dentro de mi estomago era algo que pocas veces a lo largo de mi vida había sentido, tan pocas que podía contarlas con los dedos de las manos y aun me sobraban dedos. La primera vez fue cuando junto con mis padres nos sentamos a la mesa del comedor y luego de un par de preguntas de cortesía me dijeron que iban a separarse. Al principio mi mente joven e inexperta no alcanzó a comprender la enormidad de sus palabras. "Separación" para mí significaba que papá se marcharía a un país lejano pero que volvería al cabo de unos días como lo hacía siempre, sin embargo, al pasar los meses y con su ausencia más larga que nunca, comprendí que "separación" era algo mucho mas grave y quizás hasta permanente. No puedo recordar con exactitud lo que pensaba, lo que hice y cuanto lloré hasta lograr asimilar por completo su ausencia, pero entre toda esa bruma de recuerdos inconexos lo único que se negaba por completo a abandonarme durante mis noches de insomnio era esa sensación violenta dentro de mi estómago, podía ser ansiedad, miedo, dolor o simplemente la acumulación de todos, pero si algo estaba claro era que jamás iba a olvidarla.

Tan solo unos años después la volví a sentir, pero esta vez mucho mas intensa y duradera debido a su partida que me dejó hundida en un pozo sin fondo llamado depresión. Luego, para librarme de mi tormento llegó ella y poco a poco empezó a comerse mi oscuridad con sonrisas y actos desinteresados. Me regaló un sol brillante que consiguió iluminarme hasta que fue imposible para ella contener la oscuridad de la que se alimentó por años, y entonces explotó dejando una nube de amargura a su alrededor mientras que mi estomago volvía a evocar la profunda pesadez de la que se había olvidado.

—¿Lauren eres tú? — al escuchar su voz retiré mis ojos del enorme ventanal con vistas a la ciudad que tenia la sala de espera del hospital general de Chicago y respiré hondo. Conocía esa voz a fuerza de haberla escuchado tantas veces por casi un año, era doloroso sentirla cerca y oler esa característica fragancia de hospital que se impregnada en su ropa y que tantos recuerdos me traía. Podía intentar olvidarme de todo aquello que nos unía, pero la verdad absoluta era que su presencia en aquel sitio era lo único que me quedaba de ella y al menos por aquel momento me iba aferrar a su recuerdo cuanto pudiera.

Giré lentamente y sonreí amble cuando nuestras miradas se encontraron.

—Doctora Collins, pensé que ya no trabajaba aquí. — solté sin pensar mientras dirigía la mirada hacia el uniforme rojo que siempre llevaba y como si aquello no fuera suficiente me detuve en el gafete que colgaba de sus pantalones. —Lo siento, eso no ha sido cortés.

—No te disculpes—rió con diversión mientras me tomaba sutilmente por la cintura y nos dirigía hacia los sillones junto al ventanal. El contacto me hizo sentir incomoda pero no dije nada, después de todo la doctora Collins no era una desconocida para mí y la poca historia que habíamos compartido había sido relativamente buena.—Es verdad que dejé el hospital hace unos años, hoy solamente estoy aquí de visita. El doctor Jackson me ha pedido consejo profesional acerca de una de sus pacientes que tiene .

LEUCEMIA

Podía sentir como el calor iba subiendo lentamente por todo mi cuerpo, las manos me sudaban y cada vez me costaba más respirar, sabía que lo siguiente era ver como imaginariamente los muros a mi alrededor se cerraban haciendo que por fin colapsara. La expresión en el rostro de la doctora se tornó preocupada y al comprender que se trataba de un ataque de ansiedad rápidamente se levantó y fue a buscar un vaso con agua en el dispensador de la esquina.

It Will Rain (Camren)Where stories live. Discover now