CAPÍTULO TREINTA Y CINCO: Esa muñeca, con el alma herida.

692 88 22
                                    


El oscuro cielo estrellado en compañía de una Luna resplandeciente, iluminan delicadamente el interior del departamento de registros de la policía de Londres, siendo testigo de la extraña conversación entre dos shinigamis que se encuentran en el solitario lugar.

—Tienes razón. Me gusta más la idea de descubrir la respuesta por mí misma —confirma con cierta tranquilidad— Pero, ¿está bien que yo sepa esto? Es decir, sabiendo el nombre de ella, sabría tu debilidad, ¿no?

—Estas dando un giro innecesario al tema. Creo que has olvidado lo que sucederá cuando lo sepas. Si aciertas, haré lo que tu pidas, porque de eso va este juego.

—Sigo sin entender tus acciones.

—Las entenderás al final del juego. Parece que está repentinamente ansiosa por saber todo, señorita Eileen.

—Necesito más información.

—Jeh, jeh. Te daré más información si me dices porque hay tanto dolor en tu mirada.

—Es imaginación tuya.

—No~ te vi con algunas lágrimas cayendo por tu rostro hace un rato —musito con cierta pena, acercando muy lentamente su mano al rostro de ella, quien lo mira incrédula.

—¿M-me seguiste? —interroga con duda mientras una mano de uñas negras le toma delicadamente por el mentón.

—Parecías estar muy mal —fue su respuesta. La mirada de Eileen mostró su duda e inseguridad ante sus palabras. El verdadero sentimiento de soledad comenzaba a reflejarse en su mirada.

—¿Y? Eso no es de tu importancia —entono, amarga.

—Seguro que el pelirrojo está detrás de esto —volvió a decir.

Aquellas palabras la dejaron inmóvil. Se sentía vulnerable frente a él, la manera en la que siempre daba con la verdad detrás su falsa apariencia le inquieta y quitaba seguridad en sí misma. Sus ojos brillaron ante el peso del recuerdo de lo sucedido hace un rato en las afueras de la oficina. Sentir que no pertenece ahí ya era demasiado y que llegue el desertor a hacerla sentir vulnerable sobrepasa sus límites emocionales.

—No es necesario que hablemos de esto, ¿o es que disfrutas de hacerme sentir vulnerable? —soltó repentinamente con una voz apagada e inestable.

—Por supuesto que no. Lo hago porque no es bueno que te guardes esas cosas —contesta, mientras da una leve caricia a la mejilla de ella. Sin embargo, su mano es apartada con brusquedad.

—¿Qué pretendes con esta actuación de hombre compresivo y amable? ¿Qué quieres lograr con eso? ¿Por qué lo haces? —interroga alzando la voz. Undertaker suspira resignado «Porque no me gusta verte sufrir...» desea ayudarla, porque la conoce y sabe que seguirá sufriendo si no hay alguien que le brinde soporte en este instante.

—No pretendo nada. Quiero ayudarte, no tengo nada en contra tuya. Lo hago porque a ella le hubiera gustado que lo hiciera —respondió tranquilo a cada una de sus preguntas.

—¿Por qué nunca me contraatacas? —pregunto al verlo dispuesto a responder a sus dudas.

—No puedo hacerlo. No quiero.

—¿Por qué no quieres?

—No tengo nada en tu contra.

—Esa respuesta no me convence.

—No puedo explicarlo de otro modo. Es como si te preguntara ¿por qué lo defendiste en el barco?

—¿Qué? —frunció el ceño— Lo hice por qué era importante para mí —farfullo.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora