CAPÍTULO TREINTA Y DOS: Preguntas y más preguntas.

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En el cielo oscuro, la Luna llena es testigo de los pasos de un par de shinigamis que atraviesan el bosque. El sonido de uno que otro insecto nocturno y sus propios pasos, son lo único audible desde hace ya bastante tiempo.

—¿Sabes a donde nos dirigimos, Lee? —cuestiona preocupado el de cabellera verde que le sigue el paso.

—Sí, ya te lo dije muchas veces —contesta irritado— Solo un par de metros más.

—¿Seguro no estás perdido? Es comprensible si vamos a medio bosque.

—Calla y mira al frente —murmura. Othello miró y en efecto, luego de tanto tiempo, ahí estaba el lugar del que le hablo.

—¿Qué están haciendo? —cuestiona mirando a los hombres que bajan cajas de un carruaje. Ambos esperan a que estos terminen la labor y una vez que se han ido, Lee avanza.

—No te quedes atrás. Vamos a entrar. No pueden vernos así que deja de tener esa cara de pánico —entona burlón.

—¿Qué se supone que hay aquí?

—No estoy seguro. Por eso vamos a entrar.

A simple vista, parecía simplemente una casa de madera algo grande en medio de un bosque. No era para nada extraño, revisaron cada habitación, todo era normal hasta llegar a la puerta de metal del fondo. Lee recargo su oído en ella y le hizo señal a Othello para que se quedara quieto.

—Escucho voces allá abajo.

—¿Qué? Pensé que ya no había nadie...

—Es demasiado ruido para ser un sótano —comenta pensativo— Andando —ambos bajaron las escaleras, encontrando algo nada similar a un sótano.

—Esto es malo —murmura sorprendido e intrigado.

Un laboratorio fue lo que encontraron. El lugar es alumbrado por una gran luz blanca, poco común para la época en la que viven. Sin dudas, el lugar es mucho más grande que la casa. Habitaciones de cristal que dejan todo su interior a la vista, salas de uso personal para la creación de líquidos desconocidos. Hombres y mujeres trabajan sin percatarse de que la muerte camina entre sus blancos pasillos.
Revisando más a fondo, pudieron encontrar una habitación aún más grande y dentro, una chica, con ropa de paciente de hospital, se encuentra acostada y sujetada a la mesa de metal, mientras una mujer con un cubre bocas extraño y guantes hasta los codos, le inyecta un líquido color amarillo.

—Esa chica va a morir —musita Lee sin quitarle la vista de encima. Othello frunce el ceño.

—¿Esta en la lista? —dice con duda. Su acompañante niega con la cabeza.

—Mira sus ojos —camina a un lado y luego al otro— Su mirada me sigue, puede verme. Nos está mirando con suplica y miedo. No... La palabra miedo es demasiado pequeña para describir lo que sus ojos demuestran —entona de manera extraña, como si sintiera pena o algo más por aquella situación.

—...Pero, entonces ¿no debería haber un recolector aquí?

Lee no responde. Mantiene su mirada fija en la chica. Su cuerpo se retuerce y tiembla luego de que el líquido entre a su cuerpo. Las lágrimas salen de sus ojos que observan suplicantes al shinigami, como si buscara que él la ayudara. Sus gritos ahogados inundan el pasillo mientras que la mujer simplemente retrocede, observa y hace apuntes en una libreta. La chica deja de moverse de repente y su cuerpo queda quieto, puede verse que ha dejado de respirar y sangre sale de su nariz.
Ambos miran con expresión de sorpresa e intriga. Es una situación poco agradable, pero, aun así, ninguno puede evitar que su interés en este asunto se delate en sus miradas. La mujer toca una especia de timbre en la pared e instantes más tarde, dos hombres entran con una camilla y colocan el cadáver en la misma para salir de la habitación.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Where stories live. Discover now