CAPÍTULO CUATRO: Un extraño encuentro.

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Noviembre, 1888.

× Dormí muy poco. Tengo horribles pesadillas por lo sucedido, pero no pienso dejar que eso me afecte. La señora Adelina me dijo que hoy no me pusiera a hacer trabajos domésticos, que me tomara el día para mí y he decidido quedarme a leer los libros que compré.

Es verdad, no te hable acerca del conde Phantomhive, es un niño. Había oído rumores, pensé que estaban exagerando, pero realmente es un niño de doce años que tiene muy baja estatura para su edad. Lleva un parche y siempre es acompañado por el famoso mayordomo negro, Sebastian. Los rumores dicen que apareció repentinamente con el conde, luego del asesinato de sus padres y el incendio de su mansión, la cual fue reconstruida en una noche, nadie sabe cómo. Tampoco se sabe nada del mayordomo, él es un misterio que llama demasiado mi atención. Tiene unos ojos carmesíes que te atrapan y una sonrisa encantadora. Es bastante atractivo, seguro que Astrid hubiera intentado seducirlo en cuanto lo conociera y Linn diría que ella lo vio primero, pero a como veo que es él, ambas hubieran sido rechazadas.

También conocí a la sirvienta, usaba unos grandes anteojos y tiene el cabello de color rojizo y corto. Su nombre es Mey-rin.

La mansión es bellísima y Ciel, el conde, me parece agradable, además que me dan ganas de abrazarlo y tomarlo por las mejillas, pero eso sería irrespetuoso. Me da curiosidad porque usa el parche, pero no creo que deba preguntar... no por ahora.

Sebastian se ofreció a compartir sus conocimientos sobre demonología conmigo, la verdad es que no pensé que él supiera de esas cosas. Planeo ir a la mansión, luego de recoger las cenizas de mis amores y visitar las lapidas en su honor. Le pedí al sepulturero que las incinerará, pero que también quería lapidas en el cementerio, juntas, algo caprichoso, lo sé.

Hablando del sepulturero, del cual no sé su nombre, me parece conocido, su sonrisa y la risa que emite. Él es todo lo contrario a Sebastian, es poco serio, demasiado risueño y animado para el trabajo que tiene. Su vestimenta es extraña, aunque me gusta su sombrero. Lo que me llama la atención es la cicatriz en su cara y su flequillo que cubre por completo sus ojos. Literalmente, no puedo verlos, pero si siento su mirada. Me resulta incómodo.



.

—¿Quieres que te acompañe? —cuestionó la anciana.

—No, no es necesario. Usted dijo que no le gustan los cementerios —respondió Eileen, alistándose para salir.

—Es verdad, me dan mucho miedo y tristeza, pero si necesitas compañía, no dudes en pedírmelo.

—Está bien. Usted vaya a la iglesia como siempre, yo seguro me quedaré un rato ahí —toma su mochila y revisa el contenido— Nos vemos más tarde.

Eileen da un corto y cariñoso beso en la mejilla de la anciana.

—Cuídate, por favor. No andes sola muy tarde.

—Gracias —sonríe— Nos vemos en la cena.

Sale de la casa, la nublada y fría tarde de Londres la recibe afuera. Se encamina al local del sepulturero, observando la alegría de la gente en su camino. Eileen llega frente a la puerta y entra despreocupada.

—¿Hola?... —alza la voz— ¿Hay alguien?

«Parece que no está...
Quizá pueda encontrar las urnas e irme dejando una nota de que ya las tomé...»

Eileen busca en el escritorio, en los estantes, en las cajas, en la otra habitación, pero no encontraba las urnas. Regresa a la sala principal, se recarga en el escritorio con expresión pensativa.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora