CAPÍTULO DIECINUEVE: La ceremonia final de la vida humana.

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9 de Junio, 1889. 

2:50 pm. 

El sol ilumina en lo alto, una leve brisa mese la copa de los árboles y las hojas caídas de los mismos bailan con lentitud, los rayos del astro rey se filtran a través de las ramas y un leve clima cálido es el que abraza Londres. 
La iglesia hace las ultimas preparaciones, el velatorio de Eileen Adelheid de Geer será llevado a cabo en punto de las tres de la tarde, hora y fecha que ella pidió específicamente en la última carta dedicada a Undertaker. Su dañado cuerpo fue limpiado y recibió los cuidados necesarios para que, este día, luciera perfectamente como una bella muñeca.
Jamás en todos sus años trabajando como sepulturero le había sido tan difícil llevar a cabo su deber. Pudo evitar realizar la autopsia, los resultados que le entrego al conde hace cinco días están basados en lo que ella relato en la última carta y en su diario, obviamente eso no fue lo que le dijo al joven Phantomhive, pero no importaba.
Undertaker no solo tuvo que arreglar el cadáver y esconder las horribles heridas, sino también preparar todo para el velatorio y escoger la ropa, peinado y zapatos que ella viste este día, por petición de ella en la ya mencionada última carta. No estaba obligado a hacerlo, Eileen lo recalco, pero él no podía dejar de lado las últimas voluntades de la mujer que no pudo proteger. Eligió el vestuario de Handled, ese que uso en la presentación de la muñeca de cuerda. Ese vestido blanco que a Undertaker le parecía que la hacía ver aún más hermosa de lo que era. Todo era igual, a excepción de aquel parche de una rosa que cubría parte de su rostro, aquel accesorio no lo quiso colocar.
La muñeca reposa en el ataúd más bello que el sepulturero tenia, el más detallado y cuidado, en un hermoso color plata. Como esos ojos que ya no lo verían más con ese brillo de antes.
La señora Adelina y su sobrina estaban presentes, así como el conde Phantomhive y su mayordomo, junto con otras personas que Undertaker no tenía idea que conocían a Eileen. La última carta tenia los nombres y direcciones de quienes tenían que saber de su partida, el conde Phantomhive no estaba en la lista, sin embargo, pidió saber la fecha y hora de su velatorio cuando recibió los resultados de la supuesta autopsia. La iglesia no estaba muy llena, pero ella lo había pedido, así que se llevaría a cabo.
Undertaker obviamente estaba presente y al mayordomo le parecía curioso verlo tan serio y silencioso. El reloj esta por apuntar la hora pactada, el sepulturero va a cerrar las puertas de la iglesia para comenzar con la "Ceremonia final de la vida humana" sin embargo, en punto de las tres de la tarde, tres carruajes de lujoso diseño se detuvieron frente a la iglesia, uno tras otro. El segundo, situado en el medio exacto donde está el camino a la entrada de la iglesia, fue el que abrió primero sus puertas. Una joven de vestida de negro salió corriendo del carruaje, Undertaker se quedó quieto a un lado de la entrada, mientras el cabello rojo fucsia de la desconocida se agitada en su correr, adentrándose a toda prisa en la iglesia. Un hombre alto de cabello rubio con vestimenta de mayordomo salió tras ella, pero un hombre albino, más mayor, lo detuvo diciéndole algo desde el carruaje.

«Eso es... ¿sueco?» se cuestiona mientras observa toda la escena. De los otros dos carruajes baja más gente con vestimentas elegantes en color negro. El hombre albino lo mira y hace un saludo con un ligero movimiento de cabeza, mientras tiene en sus brazos a un pequeño de unos dos años. Undertaker asiente en respuesta, observando los ojos del pequeño «Los mismos ojos grisáceos... Podría ser...»

La gente se adentra y toma lugar dentro de la iglesia. Undertaker cierra las puertas y se gira a ver en dirección al ataúd, encontrando a la joven que entro corriendo, tomando la mano fría de Eileen entre las suyas, llorando sin control de rodillas, con los brazos recargados en el ataúd. No logra descifrar quien es esa joven, pero deduce que toda esta gente viene desde Suecia, posibles conocidos o familiares de Eileen. Aunque él no les aviso de nada en absoluto. La iglesia ahora se veía más llena, de un momento a otro, habían entrado varias personas desconocidas para él.
La ceremonia fue llevaba a cabo con normalidad, él salió al cementerio, no podía seguir viendo a toda esa gente llorarle y decirle cosas, que no entendía, a su muñeca, por alguna razón lo hacía sentirse más culpable. Camino entre las lapidas, hasta detenerse en un lugar exacto, ese donde antes había dos tumbas especiales, hoy hay tres. Una lápida hecha en honor a Eileen acompaña a las de Astrid y Linn.
El shinigami se sentó detrás de la lápida de Eileen, recargando su espalda en ella. Suspiro con desánimo y permaneció pensativo en un tranquilo silenció, ahora es él quien se pierde en sus pensamientos con una mirada melancólica, ahogándose en la desgracia.

Las notas de Eileen 『Undertaker』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora