Un segundo después, mi madre se adentra al auto junto con ellos, para cuidarlos mejor.

Cierro la puerta y camino hasta llegar al lado del conductor.

A mi madre no le gustaba conducir y a pesar de que muchos le han querido enseñar, ella se niega a aprender. Le gusta más que la lleven a dónde ella quiera, pero en mi caso, no me gusta depender de alguien más para ir a algún lugar. ¿Y si justo cuando quiero salir, nadie me puede llevar? ¿Y si a dónde tengo que ir, necesito quedarme por un tiempo? Tampoco me gustaría hacer esperar a alguien más. Por lo que al final, quería aprender a conducir.

Sin embargo, como era de esperar, al principio mi padre se negó, con la excusa de que podría ser peligroso. Pero cuando él se negó a enseñarme, a escondidas lo hacía por mi cuenta, hasta que él se enteró y al saber que no iba a aceptar un no por respuesta, decidió ayudarme y hacerle prometer que siempre usaría el cinturón y nunca respondería el celular mientras estoy conduciendo.

«Lo típico.»

Me siento y enciendo el auto, para acto seguido, ponerme el cinturón.













—No, no y no. —negó mi padre, cuando nos vio entrar con los tres cachorros a su despacho— Solo eran dos cachorros y a duras penas lo había aceptado, Nora. —señaló, recostando su espalda contra la silla— ¿Y ahora tres? No, no va a suceder. Tendrán que devolver a uno o de lo contrario, a todos.

—Oh, vamos, papá. —digo, haciéndole un puchero— Te juro que solo íbamos a adoptar a dos, pero luego supimos que en la misma jaula había una cachorrita. Los tres se trataban como hermanitos, no podíamos separarlos.

—Summer... —murmura, llevando su mano hacia la punta de su nariz, pero rápidamente lo interrumpo.

—No, Summer nada, papá. ¿Es que acaso tú podrías separar a dos bebés de su otro hermano? ¿Serías capaz de romper una familia, sin tener una pizca de compasión? —pregunto, dramatizando un poco— Ya no te reconozco, padre. Has cambiado.

—Oh, por favor. —murmura, frustrado— ¿Es en serio?

—Muy en serio, padre.

—¿Para qué siquiera me preguntan algo, si después van a hacer todo lo contrario a lo que digo? —pregunta, ofendido.

—Nos importa tu opinión, lobito. —garantiza mi madre, dándome a Jack y después, caminar en dirección a mi padre— Pero ahora mismo, no hay más objeciones. Lo hecho, hecho está.

Se sienta en su regazo y mi padre, aún sin estar del todo contento, rodea su cintura, atrayéndola contra él.

—Sí sabes que tendrás graves consecuencias al respecto, ¿cierto? —preguntó mi padre, mirándola.

—Genial, aquí ha terminado mi aportación. —digo, carraspeando— Me niego rotundamente a saber cómo continúa esta conversación. Iré a la casa de la tía Laila para mostrarle los nuevos integrantes de la familia. ¡Adiós! —saludo, saliendo por completo del despacho y escuchando como ambos carcajeaban.

Cuando camino hacia la puerta principal, siento como Jack comienza a removerse en mis brazos y al segundo le siguen sus hermanos, y como tenía a los tres en brazos, me era muy difícil mantenerlos quietos y que ninguno se cayera.

—Oh, demonios. —maldigo, estabilizando mis brazos y por consiguiente, a los cachorros— Jack, quédate quieto. —exijo, pero él no me obedeció— ¡Te vas a caer, Argos! —grito, pero como su hermano, le importó un bledo lo que decía.

Justo en aquel momento, Liam entró por la puerta principal, y al ver lo que estaba haciendo, me miró con confusión.

—¿Qué...? —pregunta, pero enmudeció cuando le di a Boo.

Descubriendo un nuevo mundo. | Parte 1 y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora