Capítulo 11

31.2K 2.1K 185
                                    

QUÉDATE CONMIGO


SUMMER

Giro mi cabeza de vez en cuando, causando que una angustia me invadiera.

Me gustaban demasiado los animales y siempre he querido un cachorro, pero a mi padre no le agradaba mucho, por lo que siempre se salía con la suya y nos hacía olvidar lo del cachorro, pero esta vez, mamá pudo conseguirlo. Sin embargo, me olvidé que no iba a ser una muy buena idea que viniera al lugar de adopción, porque había varios cachorros enjaulados, esperando a ser adoptados.

Si fuera por mí, adoptaría a todos ahora mismo y de cierta forma, sabía que mi madre pensaba de igual manera, pero lastimosamente, no podíamos. No por mi padre, porque aunque no lo quiera aceptar, él siempre nos cumple nuestros caprichos. Es más por el lado de que no podríamos cuidarlos a todos por igual y los cachorros o cualquier perro, sin importar la edad, necesita de una total atención, algo que con muchos animales sería un tanto complicado.

—¿Tienen alguna preferencia? —preguntó Carl, el dueño del lugar.

—No, ninguna. —respondió mi madre, enredando su brazo con el mío para que camináramos a la par.

—Muy bien, entonces ustedes me dirán. —anuncia, haciéndose a un lado para que nosotras pudiéramos verlos mejor.

Varios ladridos comenzaron a escucharse y muchos se acercaron a la puerta de sus jaulas, mirándonos mientras movían sus colas con entusiasmo.

«¡Ay, no me hagan esto!»

—¿Por qué todos tienen que ser tan bonitos? —pregunta mi madre, haciendo un pequeño puchero.

Ambas nos acercamos a una jaula en dónde se podían ver a dos cachorros. Uno tenía el pelaje más claro que el otro, pero lo que más llamó nuestra atención fue que sus ladridos eran muy agudos, y ambos nos miraban y brincaban con demasiada emoción, anhelando que los viéramos.

Giro mi cabeza hacia mi madre, justo en el mismo momento en el que ella hacía lo mismo.

—Los encontramos. —afirmó.

—Sí, son ellos. —digo, poniéndome de rodillas para poder verlos mejor.

—¿Son los elegidos? —preguntó Carl.

—Sí, ¿son hermanos? —pregunto, acariciando a ambos con un dedo.

—No, no lo son. —respondió, mientras sacaba una argolla, repleta de llaves y comenzaba a buscar una— Fue extraño, pero cuando rescaté al segundo y lo puse en otra jaula, ambos no dejaban de aullar. Cuando supe que sus cuerpos estaban en dirección al otro, los puse juntos y finalmente, acabaron los aullidos. —contó, tomando una llave.

—Ay, que bonito. —murmura mi madre, viendo como Carl abría la jaula.

A medida que abría completamente la jaula y metía la mano para sacar a uno, pude ver como debajo de los diarios que tenían como piso, había un pequeño bulto, pero lo que noté fue que el bulto se había movido, como si debajo hubiera algo más.

—¿Hay otro cachorro ahí dentro? —pregunto, frunciendo un poco mi ceño.

—Oh, sí, ¿cómo pude olvidarlo? —se pregunta a sí mismo, sacando al segundo cachorro— Es una cachorra. Vino hace un par de semanas y si bien no son de la misma raza, tienen aproximadamente la misma edad y quise probar si se llevaban bien, y efectivamente fue así. —mencionó, a punto de cerrar la jaula.

Giro una vez más mi cabeza en dirección a mi madre y como la primera vez, también hizo lo mismo. Ambas sonreímos, sabiendo lo que sucedería a continuación.

Descubriendo un nuevo mundo. | Parte 1 y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora