CAPÍTULO UNO: Los rumores del cementerio.

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Eileen es una chica llena de curiosidad, siempre busca cosas extrañas y es poco común que crea en algo que no ve. Dejo sus estudios por preferir satisfacer su curiosidad, aun así, es inteligente por la cantidad de cosas que lee y hace. Es amante de la literatura de terror y el arte oscuro por llamarlo de alguna forma, cualquier cosa paranormal o leyenda urbana capta por completo su atención. Su personalidad inquieta y siempre intrigada, la llevan a hacer cosas bastante imprudentes y, muchas veces, peligrosas. A los dieciséis años dejo su hogar de Suecia para vivir la aventura viajera junto con sus dos amigas: Astrid y Linn, y así encontrar todo tipo de cosas y experiencias extrañas. Luego de tres años llenos de emociones y una que otra mala experiencia, terminaron en Londres, sin saber muy bien cómo. 

—Por Dios, Eileen, un día harás que nos arresten —comentó entre risas, mientras corrían. 

Recién acababan de salir de un gran barco, al cual se colaron sin saber para donde se dirigía. Ahora corrían con su mochila y maleta en manos, llenas de alegría por al fin poder salir de aquella embarcación. 

—Claro que no —respondió segura de sus palabras— ¿Verdad Linn? 

—Intentemos que no suceda —sonríe ampliamente, mostrándose positiva. Repentinamente, Eileen se detiene con la vista al frente. Sus compañeras hacen lo mismo, pero mirándola a ella. 

—¿Eileen? —ladeó la cabeza. 

—Ese es... —señalo al frente. Ellas miraron a donde apuntaban y quedaron igual de impresionadas. —El Big Ben —pronunciaron las tres al mismo tiempo. 

Soltaron un grito de emoción y corrieron como niñas pequeñas hacia el gran reloj, incrédulas de haber llegado a Londres. El atardecer estaba comenzando, lo cual dejaba una hermosa postal frente a sus ojos. Eileen saco su cámara y comenzó a fotografiar a sus dos amigas con el reloj en el fondo. Era una más para el gran álbum que cargaban. Luego de una tarde ajetreada, se hospedaron en una humilde casa, la cual pertenecía a una anciana quien les ofreció un techo y comida a cambio de que la ayudaran con trabajos caseros y mandados, su nombre era Adelina. Las tres jóvenes aceptaron gustosas, y ¿por qué la anciana las aceptó sin conocerlas? Sencillo, la señora Adelina tuvo el sueño de viajar como ellas, pero solo eso, jamás lo cumplió y verlas a ellas le hizo feliz de alguna forma. 

Durante la semana, le mostraron a la señora Adelina su álbum de recuerdos y ella se vio feliz de poder verlo, además de tener la compañía de las tres alegres chicas. Sin embargo, fue cuestión de un par de días para que extraños rumores llegaran a sus oídos y causaran la mayor curiosidad. 

—¿La señora Adelina fue a la iglesia? —preguntó Astrid, mientras sacudía la repisa llena de libros. 

—Así es —confirmó Linn, quien limpiaba los floreros.

—Sabes que va todos los días —comenta Eileen, cosiendo una falda de la señora Adelina. 

—Sabes que soy olvidadiza —alzó los hombros. 

—Hablando de olvidar cosas... —menciona Linn— Ahora recuerdo que quería hablarles de algo. 

—Habla ya —pidió alegre Eileen, sin dejar de coser. 

—Bueno, ayer que fui a comprar fruta al mercado, escuché una conversación un tanto interesante —pronunció de manera cantarina. 

—¿Interesante? —interroga Astrid, acomodando los libros. 

—Dicen que, si vas al cementerio con una manzana, un ser del "otro lado" vendrá y te responderá alguna pregunta. 

Ambas chicas alzaron la mirada con una ceja arqueada. 

Las notas de Eileen 『Undertaker』Where stories live. Discover now