6-La archimaga, el Centinela y... - Engaño

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Shi-Mae lo miró con cierta sorpresa tras su rostro de piedra y su mano agarró una pulsera de cuero que llevaba en la muñeca.

Conrado se preguntó en qué momento la elfa había desarrollado gusto por joyería tan plebeya pero contuvo el aliento ante la expresión de su cara. ¿Podía ser que la archimaga no estuviese enterada de algunos detalles?

—No tengo ninguna constancia de qué están haciendo ahora mismo Morderek, Angie y "la hija de tus mejores amigos" —replicó con sorna al final de un corto silencio— ¿Algo más? —preguntó la archimaga alzando una ceja.

Conrado se dejó llevar por la provocación felizmente:

—Pues mira, sí —le espetó mientras sacaba un pergamino de su túnica y lo desenrollaba ante la hechicera—.Esperaba que pudieras explicarme también esto.

Shi-Mae miró al pergamino y después a la cara de Conrado y luego al pergamino de nuevo durante unos instantes pero no parecía demasiado sorprendida.

—Estás al tanto —observó.

—Y tú también por lo que veo —gruñó el hechicero mientras arrugaba los complicados cálculos en una bola y la arrojaba al suelo, enfadado—. Espero que sepas explicarme cómo has causado esto y espero que tengas también una solución —la amenazó ceñudo.

Entonces ocurrió algo insólito.

Shi-Mae soltó una risa cantarina como si lo que acabase de decirle hubiera sido inmensamente gracioso.

Se recompuso y le dirigió una mirada burlona:

—Conrado si te esforzaras podrías ser un hechicero más inteligente de lo que demuestras en algunas ocasiones. Has observado desequilibrios e incongruencias en los parámetros dimensionales, cosa que podría haber advertido cualquier túnica roja que se dedicase al estudio de los planos como tú —lo humilló—. Has detectado mi hechizo de posesión sobre un animal de la Torre lo cual no era demasiado complicado para alguien de tu nivel, pero te felicito, porque el resto de tus amigos fue más ciego para advertirlo aún... —sonrió desdeñosamente—. Al final logras localizarme, aprovechándote de mi debilidad física, vienes con amenazas groseras y te atreves a acusarme de que yo tengo la culpa de la desestabilización de los planos y del desastre que se avecina —sus ojos zafiro se clavaron en él divertidos—. Piénsalo otra vez, Conrado, piénsalo y dime si es posible que yo con mi simple resurrección y siendo incapaz de evitar de que me encontraras por estar demasiado débil podría ser la causa de esto.

Conrado iba a contestar enfurecido a las provocaciones pero se quedó mudo al comprender que la elfa tenía razón. Shi-Mae no podía ser el origen de la hecatombe que se les venía encima.

A pesar de todo, había algo que tenía claro:

—Tú sabes más de todo esto que yo —susurró mirándola concentrado—. No has sido tú pero sabes también qué es lo que lo ha causado.

—No —respondió únicamente la archimaga con el rostro pétreo.

—Sí, mientes —replicó tranquilo el hechicero.

La elfa ladeó la cabeza:

—Tienes razón, pero no te lo voy a contar.

Conrado asintió para sí mismo:

—Eso no te conviene. Si no colaboras, Shi-Mae, te llevaré a la Torre o al Reino de los elfos o ante la reina Nawin para que te ajusticie como traidora.

Shi-Mae sonrió:

—Por si no lo has notado, ya estamos en el Reino de los Elfos y aunque tengo intención de salir a la luz pública en un futuro —reconoció—, todo tiene que ser en el momento correcto. En realidad —señaló—, al único al que no le conviene amenazarme es a ti. Si me ajustician pierdes tu única fuente de información —sus ojos de zafiro lo observaron penetrantemente—.En este instante los dos tenemos los mismos intereses seguir vivos y acabar con el Momento que se avecina. Y lo quieras o no, Conrado, eso nos convierte en aliados naturales.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora