5-Dana y... - Kin-Shannay

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Ahora Vanessa se pasaba casi todo el tiempo hecha un ovillo en la celda, observando el lento gotear, tratando de no pensar en nada para evitar recordar hasta los tiempos mejores. Lo que antes era un remedio para evitar pensar en su horrible situación, se había convertido en un arma ponzoñosa.

Vanessa era ya incapaz de evadirse con la imaginación. El recuerdo de Angie y Bauluea había pasado de arroparla a hacerla sentirse más sola y traicionada. Pensar en Rainius era simplemente doloroso y además, por primera vez en mucho tiempo, volvía a tener pesadillas con el recuerdo de su antigua familia; sus padres y hermanos, que habían fallecido uno tras otro de enfermedad, convirtiéndola en huérfana y una niña de la calle.

Ahora, las fantasías, le parecían irreales, solo un burdo y patético intento de autoengaño. Se sentía tan débil, tan impotente...

Una lágrima se deslizó por su mejilla pero ni siquiera tenía ganas de llorar. Se estaba hundiendo en un pozo poco a poco. Quería salir de aquella situación como fuese. Incluso la muerte parecía mejor opción antes de dejarse abatir por la locura y perderse a sí misma, definitivamente.

—Vanessa, quiero hablar...

—Vete —volvió a repetir secamente—. No quiero hablar contigo.

A pesar de estar dándole la espalda, supo que ahora el fantasma estaría poniendo cara de tristeza y frustración. Llevaba haciéndolo desde que había llegado. Todas y cada una de las veces que había tratado de hablar con ella y la niña se había negado a escucharla.

Sin embargo, en esta ocasión parecía que no estaba dispuesto a esperar otro rato y volver simplemente a intentarlo:

—¿Por qué? ¿Por qué no quieres hablar conmigo? —preguntó. El tono parecía incluso molesto.

—Porque no. No quiero hablar con ninguno de vosotros —respondió Vanessa enfadada—. Os odio —gritó furiosa.

—¿Es por tu Kai, verdad? Él te traicionó y ahora no te sientes capaz de confiar en nadie igual que él —la voz parecía ahora mucho más dulce.

Vanessa se volvió, sorprendida, y miró al fantasma. Tenía el aspecto de una chica mayor que ella, de unos 16 años quizás con pelo corto y negro como el ala de un cuervo. Sus pálidos ojos azules la miraban con compasión y tristeza.

—No sé lo que es un Kai, pero no pienso volver a fiarme de un fantasma —manifestó. Trató de imprimir a su voz un tono hiriente por encima del llanto que quería surgir del dolor—. No pienso hablar contigo, ni escucharte y ahora vete o llamaré al señor... al señor... de la túnica gris para que se ocupe de ti —amenazó.

—Al mentalista quieres decir —completó amablemente el espíritu.

Vanessa le dirigió una mirada huraña:

—No sé lo que es un mentalista.

—Es un rango de hechicero. Los mentalistas son aquellos magos que controlan el poder de la mente. Es costumbre que sean ellos los que vistan túnicas grises —explicó.

La niña frunció el ceño con desconfianza:

—¿Cómo sabes eso?

—Porque —replicó el fantasma—, yo también fui una hechicera en vida. De hecho, llegué a ser archimaga y señora de la torre, la escuela de hechicería del Valle de los Lobos.

Vanessa arqueó una ceja burlona:

—Es imposible que seas todas esas cosas que dices. Solo eres una niña unos pocos años mayor que yo —afirmó.

La joven lejos de ofenderse esbozó una sonrisa:

—Bueno, ahora estás viendo mi imagen de cuando tenía 16 años, que fue la que escogí voluntariamente tras mi muerte, pero —su sonrisa se hizo más amplia— te garantizo que morí con mucha más edad.

—Eso no es así —meneó la cabeza, contrariada Vanessa—. Todos los fantasmas que he conocido tenían siempre el aspecto de la edad con la que habían muerto... —pareció acordarse de un detalle y su rostro palideció— Excepto, Rainius...

El fantasma asintió aprobadoramente:

—Rainius era el más cercano a ti y lo viste, ser un niño y crecer a tu ritmo probablemente.

Vanessa la contempló con los ojos muy abiertos:

—¿Cómo sabes eso?

—Cualquier fantasma puede adoptar la imagen que desee pero hay un tipo particular de fantasmas que suelen ir cambiándola con el paso del tiempo para mantener la apariencia de edad del humano al que cuidan y así empatizar con él —la joven suspiró—. Yo lo sé mejor que nadie, porque, al igual que tú, yo también fui una Kin-Shannay y tuve un Kai.

Vanessa palideció aún más:

—No sé qué es un Kin-Shannay ni un kai. No sé de qué me estás hablando —gimió. En el fondo, no estaba segura de querer saberlo.

Angie y ella habían vivido toda su vida con preguntas sin respuestas y ahora que, la incógnita de por qué era diferente al resto de la gente, parecía a punto de resolverse, no sabía si le gustaría escuchar la verdad.

—Un Kin-Shannay, "portal" en élfico, es un tipo de hechicero muy raro, una persona con el don de la magia y que, además, al igual que tú y yo, puede ver a los espíritus y comunicarse con ellos —explicó pausadamente la chica—. A estas personas se les asigna un espíritu, un "Kai", un compañero. Un fantasma encargado de velar por ellos, de acompañarlos, de protegerlos... —Vanessa se abrazó las rodillas y desvió la mirada, Dana continuó en un tono más suave—. Esa era la función de Rainius y él te falló y no la cumplió—Vanessa se cubrió la cara con las manos y ahogó un gemido— , Por eso—concluyó con dulzura, Dana—, yo estoy aquí para ocupar su lugar.

La niña levantó la cabeza de las rodillas unos minutos después. Las lágrimas le corrían por las mejillas:

—¿Por qué debo creerte? —preguntó con voz entrecortada—. ¿Cómo sé que tú no fingirás apoyarme y quererme para traicionarme después, como hizo él?

—Estoy aquí para ayudarte —insistió Dana—. Te lo prometo. De todas maneras, mi primer objetivo es sacarte de esta celda, si después decides no confiar en mí y seguir tú sola respetaré tu decisión.

Vanessa intuyó que no la iba a dejar irse por su cuenta de la manera tan sencilla que prometía pero otras palabras habían captado su curiosidad:

—¿Salir de esta celda? ¿Cómo? —preguntó ansiosa—. Los fantasmas podéis atravesar las paredes pero yo no puedo atravesar los barrotes —señaló.

Dana esbozó una leve sonrisa:

—No será necesario que pases a través de nada. Bastará con hacer saltar la cerradura con magia.

Vanessa se miró las manos asustada:

—Pero yo... no sé, nunca he hecho nada, a parte de hablar con vosotros quiero decir...

—No lo harás tú. Tendrías que haber estudiado además magia, para conocer el conjuro. Lo haré yo —la tranquilizó ella—. Ahora estoy muerta así que mi poder en el mundo de los vivos es muy limitado pero aún así sigo podiendo hacer unas cosas.

Y para probar que decía la verdad avanzó hasta la puerta de la cuelda y la rozó con una mano fantasmal. Se oyó un sonoro clac y aunque la puerta no se movió, Vanessa supo que la cerradura había sido abierta.

Miró hacia la puerta dubitativa.

—No sé cómo salir de aquí. Me verán...

Dana asintió:

—Te verán, tendrás que correr, pero yo te ayudaré y te diré por donde tienes que ir para salir al exterior. Confía en mí, te guiaré y ayudaré en todo momento. Tú solo has de escucharme y hacer lo que yo te diga. ¿Confiarás en mí? —preguntó.

Vanessa dudó mientras miraba a través de los barrotes, los aparentemente vacíos pasillos de las mazmorras. Aunque en el fondo... ¿acaso tenía otra opción?

Se volvió hacia Dana:

—Supongo que tendré que confíar en ti—admitió.


El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VWhere stories live. Discover now