♔ Capítulo cincuenta y nueve ♚

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Baby I got issues, but I love myself

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Baby I got issues, but I love myself.

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Cuando Cheryl abrió la puerta del apartamento a las 8 a.m, yo hacía unos minutos que había terminado de descifrar el diario de mamá. No era complicado en realidad, estaba claro que sus deseos eran que yo lo descubriera, ella misma lo había dejado escrito al final del diario.

Mi prima encendió la luz, que en algún momento había vuelto y yo había apagado nuevamente, provocándose un susto la verme allí sentada y leyendo mi apunte recién hecho.

—¡Lo tengo, Cher!

Mi grito la hizo saltar de nuevo del susto.

—Ay, chica. No me asustes tanto que estoy borracha aún.

No me importaron sus quejas. Me coloqué de pie y fui a recibirla con un abrazo.

—Ve a ducharte y a descansar, mi Cher. Yo hablaré con Toni... ¡Por fin lo tengo!—le repetí emocionada.

—¡Yei!—alzó sus puños en el aire, no le dí importancia a su ironía. Ella simplemente no lo entendía y estaba perfecto.

La empujé hasta el baño y la dejé ahí, para volver a la sala y tomar mi celular.

A los dos tonos, mi investigadora me atendió.

—Buen día, señorita Cooper.

—Buen día, Toni. ¿Hay noticias de Chadwick?

—Acabo de enviarle el informe vía Gmail, pero en resumen: se ha reunido con Hiram ayer en New York, ahora ha tomado un avión con destino a California.

—¿Sabemos a qué?

—Aún no, pero la mantendré informada de cualquier novedad.

—Muy bien. ¿Hiram qué hace?

—Últimamente recibe muchas llamadas y se ha reunido con dos o tres hombres.

—Adivinaré ¿De nacionalidad rusa?

—Exactamente, más específicamente exconvictos.

Suspiré y volví al teléfono.

—¿Sabes si a Alexander le seguirán gustando las cartas?

—Si son suyas es seguro que sí, señorita Cooper—soltó divertida.

—Averiguame la dirección de alguna de sus propiedades. Que no sea tan invasiva como la de su departamento, no quiero espantarlo antes de que escuche mi propuesta.—solicité.

—Claro, en la tarde se la enviaré.

—Muchas gracias, Toni.

—No hay de qué.

Colgué y volví a dejar el celular en la mesa ratona.

En la corta época en la que Alexander y yo llegamos a tener "algo" me comentó que le fascinaba el romanticismo antiguo como cartas, citas a la luz de las velas y esas tonterías para las que yo no tenía tiempo. Sin embargo, nos comunicamos así durante lo que duró nuestra relación.

Supuse que sus ideales no habían cambiado, o al menos lo deseé, porque ese era mi as bajo la manga para poder capturar su atención.

Yo también le había terminado agarrando el gusto a la emoción de las cartas, así que busqué en mi cajón especial mis hojas selladas y una birome de gel.

Me pasé una hora y media  pensando y escribiendo metódicamente mis palabras, en todo ese tiempo Cheryl pudo desayunar y volver a salir con Fangs a no sé qué.

Al terminar, tomé el pedazo de papel entre mis manos y lo leí nuevamente:

"Querido Alexander Ivanov:

Te sorprenderá leer el remitente de esta misiva, más no pensé una opción mejor a la hora de requerir comunicarme nuevamente contigo. Considerando también, que este era nuestro medio favorito en los viejos tiempos.

No quiero aburrirte con tanta palabrería, por ende iré directo al punto principal: necesito reunirme contigo urgentemente para conversar de un tema (o persona) que nos incumbe a ambos por situaciones más personales que laborales.

Debo suponer que ya sabes de quién se trata, debido a que habré sido uno de sus temas de conversación. No quiero ser ególatra, más tu sabes que esa es una de mis tantas virtudes.

En fin, si deseas verme de nuevo y discutir esta situación conmigo, te estaré esperando en la Central de Venecia el 14 de diciembre del presente año... con ansias.

Si leíste hasta aquí, te agradezco por tu atención y tu tiempo.

Te saluda gratamente, Elizabeth Cooper."

Realmente esperaba que se tragara el discurso y apareciera a los cinco días en mi despacho, sino lo iría a buscar a la mismísima Rusia y lo traería arrastrando de los pelos.

Guardé la carta en un sobre y lo sellé con cera bordó. Después me recosté en el respaldo del sofá y me froté los ojos, me sentía extremadamente exhausta.

Me dirigí a la cocina y me preparé un café, volví a la sala mordiendo un sándwich que había encontrado en la nevera. Después de comerlo todo, me recosté a lo largo del sofá para poder descansar un poco.

Sin embargo, como siempre, la paz duró menos de lo que canta un gallo.

El chillido del timbre no me dio permiso de dormir, me dirigí a la puerta molesta, como fuera Dorian con sus anécdotas sexuales lo mataría.

Abrí la puerta, pero no era Dorian quien me esperaba del otro lado.

—Hola, Mark. Pasa.

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The mafia bitch Where stories live. Discover now