♔ Capítulo treinta y siete ♚

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Baby I got issues, but I love myself

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Baby I got issues, but I love myself.

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Llevaba 15 malditos minutos estacionada frente a la farmacia de turno más cercana y contando.

Miraba al volante, la calle desolada y las hojas casi inexistentes de los árboles como si me fueran a dar una respuesta.

Tenía miedo de entrar a esa farmacia y pedir la única estúpida cosa que me daría una respuesta de verdad.

Mi celular vibró con una notificación en el asiento del acompañante, tal vez era uno de los chicos que necesitaba algo. Lo tomé entusiasmada, pero enseguida fruncí el ceño. Era mi aplicación del periodo: "Aviso: llevas dos semanas de retraso en tu período, te recomendamos pedir un turno en tu ginecólogo/a de confianza".

—A la mierda— lancé el celular en los asientos de atrás con toda la furia y salí del maldito coche.

Pasé por las puertas de cristal con el corazón latiendome a toda velocidad en el pecho y me acerqué al mostrador.

Una mujer mayor con una cara de aburrimiento terrible me observaba desde el otro lado.

—¿En qué te puedo ayudar, niña?

—Quiero un test de embarazo— solté apresuradamente.

Se hizo a un lado en su silla giratoria, dejando a la vista un numeroso repertorio de test de embarazo que se acomodaban perfectamente en la vitrina transparente.

—¿Cuál quieres?

Su expresión de aburrimiento me exasperaba más. ¿A caso no se daba cuenta de que este era un momento importante?

¿Y qué quieres que haga la pobre mujer? ¿Que te haga el test ella misma?

Con un poquito de amabilidad me conformaba..

—El más efectivo que tenga.

Tomó uno al azar, seguramente el más caro, y escaneó su código de barras. Lo guardó en una bolsa plástica con toda la parsimonia del universo y me la entregó.

—¿Algo más?

—Mejor deme otro más de estos.

Tomó otro de la vitrina y me lo alcanzó, yo misma lo guardé esta vez. Seguidamente le entregué mi tarjeta de crédito.

Intentó cobrarse una, dos y a la tercera vez se rindió.

—No hay sistema— me la devolvió.

—Joder— murmuré, buscando efectivo en mi cartera.

El insulto pareció causar un efecto en ella, porque reemplazó su cara de aburrimiento por una de indignación.

—¡Pero que niña mal educada!— soltó molesta.

—¡Señora! No estoy en mi mejor momento, como puede ver— ya me había molestado yo también— Hágame el favor de cobrarme así puedo irme a mi casa y acabar con esta tortura.

Sin quitar su expresión juzgona me entregó el vuelto y salí de ahí lo más rápido que pude.

Cuando entré al coche mi celular estaba vibrando, pensé que era una llamada pero solo era la alarma de las 8a.m para salir a hacer ejercicio. La apagué y conduje hasta mi apartamento.

Subí los escalones lo más despacio que pude, me tomé un momento para buscar las llaves y abrir la puerta, caminé lentamente hacia el baño… y, cuando no pude retrasarlo más, me bajé las tontas bragas con florecillas y me hice las pruebas.

Tomé asiento en el retrete mientras pasaban los 5 minutos reglamentarios. Los 5 minutos más largos de mi corta vida.

¿Qué haría si la respuesta no era la que esperaba? ¿Qué haría si decía que sí? ¿Cómo le diría a Jughead que iba a ser padre? ¿Cómo podía hacerle eso?

Generalmente él me jodía la vida a mí, no al revés. No podía simplemente ir de un día para el otro y soltarle semejante bomba, él no lo entendería.

Conté uno por uno los azulejos de las paredes y conté una por una las pequeñas 5 manchitas del espejo. Eran 5 manchitas, justo como los minutos que parecían no querer pasar más.

Para cuando faltaban 2 minutos, ya casi no me quedaban uñas que morder.

Para cuando faltaba solo uno, mi pierna derecha ya se había cansado de tiritar.

Y para cuando pasaron los 5 minutos, el nudo de mi estómago estaba tan apretado que dolía.

Pausé el cronómetro y con mis rodillas temblorosas me acerqué al lavabo, donde se encontraban las pequeñas muestritas que podían arruinarme o salvarme la vida con un solo resultado.

Tomé la primera y con los ojos cerrados le pedí por última vez a Dios o al universo que por favor me ayudara con esto.

—Una raya negativo, dos son positivo— me recordé a mi misma.

Lo volteé y mi alma se cayó al suelo cuando ví las dos rayitas rojas bien marcadas. No podía ser, existían los falsos positivos.

Desesperadamente volteé el otro, pero ya estaba dicho. Ambos tenían el mismo resultado, no era una coincidencia.

Otro nudo, igual al que tenía en el estómago, se formó en mi garganta y sentí que me asfixiaba. En ese mismo momento sentí que me moría.

El peso de mi alma me llevó hasta el suelo. Miraba las pruebas como si eso fuera a cambiar el resultado que había en ellas, pero era imposible.

Lloré mientras lanzaba los tubitos lejos de mí. No los quería ver. No me quería ver a mí misma. No quería vivir.

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? No podía ser madre, no podía. Tenía solo 20 años, no sabía ni cuidarme a mí misma ¿Cómo iba a cuidar de otro ser vivo?

Tampoco podía hacerle esto a Jughead, éramos muy jóvenes, demasiado.

Abracé mis rodillas con fuerza y me pegué a la pared del baño mientras lloraba desconsoladamente. ¿Qué haría? ¿Qué podía hacer?

Me sentía tan jodidamente sola, estaba metida en tantos problemas y completamente sola.

Miré mi celular en el suelo. Mark me había dicho que podía llamarlo cuando lo necesitara, pero no podía molestarlo por esto, él debía estar reunido con su padre en ese momento.

Pensé en Ivy, pero debía estar durmiendo en los brazos de Sweet Pea, no podía molestarla por esto. Además ¿Qué le diría? Ni siquiera conocía mi verdadera identidad.

Estaba realmente sola, necesitaba tanto a mi madre. Nunca había tenido a nadie más desde que ella se fue.

Te maldigo, papá, por quitarmela tan temprano.

Seguí llorando, sabía lo que tenía que hacer, no tenía otra opción. Me arrullé lo mejor que pude a mí misma, siempre había sido solo yo, podía con esto.

Lloré y lloré por no sé cuánto tiempo, me levanté con las últimas fuerzas que me quedaban y me movilicé hasta la cama, dónde me envolví con mis frazadas para poder seguir llorando.

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Pobre Betty, ¿Qué decisión tomará?

The mafia bitch Where stories live. Discover now