Lágrimas resbalan por mis mejillas de vez en cuando. Clavo mi vista al frente cuando nos detenemos en un semáforo y con el rabillo del ojo, ojeo a los demás y seguidamente a Aegan. Su cara está fija al frente, aunque de vez en cuando lo veo mirarme de reojo. Tiene la mandíbula tensa y el pelo despeinado, el caminillo de tatuajes resaltando en su piel.

Ninguno se había atrevido a preguntar qué era lo que había pasado, o a pedir más detalles. Sin embargo, no hacía falta hacerlo para comprobar que era malo. Solo era necesario mirarme y notar lo roja que estaba mi nariz, observar las lágrimas que de vez en cuando se escapaban de mis ojos y se deslizaban por mis mejillas, cayendo sobre el suéter largo que traigo puesto, como para saber que no había sido nada bueno y que la guerra apenas comenzaba.

El momento de contar la verdad se aproxima.

Jack de vez en cuando coloca su mano sobre mi hombro derecho, y Ares suaviza mis brazos sobre la tela del suéter con sus dedos. En otras circunstancias, eso me pondría los pelos de punta, me haría mojarme, estremecer, pero justo ahora, no siento más que miedo, y no quiero nada más que llegar de una vez por todas. Aunque hacerlo signifique enfrentar la verdad de los acontecimientos sin titubear.

Papá...

Doblamos una cuadra y llegamos a la calle donde vivo. Hay personas por todas partes, aquí y allá. Puedo ver luces de las patrullas de policía, pero mi atención se desvía de inmediato hacia la ambulancia. Me tenso en mi asiento y se me revuelve el estómago. Aprieto las manos a mis costados y Aegan se estaciona lo más cerca que puede, y yo me aviento del asiento del copiloto. La lluvia ya cesó, pero aun así, la brisa fría de la madrugada golpea mi cara en cuanto me bajo de la camioneta.

Agobiada, me giro hacia todas partes y de inmediato reconozco a algunos vecinos que me miran de manera despectiva en cuanto me ven y ven la manera en la que vengo vestida. En otras circunstancias, me habría sentido apenada, pero justo ahora es lo que menos me interesa.

Con rapidez y sin pensar tanto, me abro paso entre la gente. Jack, Aegan, Heist, Luke y Ares vienen detrás de mí. Hay murmullos y comentarios silenciosos por todas partes. Camino en dirección a casa y me quedo paralizada a lo lejos cuando noto la cinta amarilla que rodea la entrada, impidiendo el paso. Pero no solo a mi casa, sino también a la de los Miller, que son nuestros vecinos del frente. Me centro en mi casa, y noto que los vidrios están hechos pedazos, igual que algunas macetas que papá tiene en el frente para darle más vida al jardín. La puerta principal está abierta de par en par y el miedo invade mi pecho de inmediato.

Un tiroteo...

—Tu padre.

Recuerdo las palabras de esa llamada y siento mi corazón latir desbocado. Tengo miedo, y tan solo imaginar lo que pasó, me falta el aire. Con mi mirada trato de encontrar a papá entre la multitud, pero se me hunde el pecho cuando compruebo que no está. Me giro y los veo a ellos, están detrás de mí.

—Estamos contigo… —susurra Jack.

—Pase lo que pase. —interviene Ares.

—No importa que... —asegura Heist.

—Confía en nosotros. —me pide Luke.

—Todo saldrá bien. —Termina Aegan.

Y eso me da la valentía de pasar por debajo de la cinta amarilla que dice en grande "NO PASE" y enfrentar de una vez por todas lo que sea que haya pasado. Y lo hago, pero de inmediato siento como una mano fría se enreda en mi brazo derecho y me obliga a mantenerme en mi lugar.

—¿A dónde va?

Me volteo y cuando lo hago, me encuentro con un señor el cual se me hace bastante familiar. Rápidamente, deslizo mi mirada por la placa que trae en su uniforme, y dice: comisario...

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosWhere stories live. Discover now