Capítulo 27

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Stella Harinson

El día de la fiesta.

Algunos rayos de sol se cuelan a mi habitación por la ventana, estoy tirada en la cama, pero perdida en un universo diferente a este, divagando en un mundo que veo a través de los ojos de un androide. Una que es mucha más humana que muchas personas que conozco. Una que adora las imperfecciones porque afirma que lo perfecto es aburrido y predecible y que, en cambio, lo imperfecto es único e inigualable.

Comencé el primer libro ayer por la noche y me engancho tanto desde el primer capítulo que en cuanto comencé, ya no pude parar ¿Sorprendida? Ni un poco, me pasa a menudo, además, era Joana, no esperaba menos. Juju, es de esas escritoras que saben cómo atraparte desde el primero segundo y no dejan que te vayas nunca más, porque cuando terminas un libro de ella, ya no paras hasta terminarlos todos.

Esa es la magia de Joana Marcus.

En lo personal, me encanta su manera de escribir y adoro demasiado la manera tan cuidadosa, madura, acertada e interesante con la que toca cada tema del que escribe. Tiempo atrás, cuando comencé a leerla gracias a la recomendación de una amiga, no pensé que con el tiempo...

Joana y su jujuverso se volverían mi lugar.

O el lugar de muchos lectores.

En este caso, en este libro, todo comenzó con Alice, un androide, ella nunca ha conocido el mundo exterior, jamás se había preguntado qué pasaría si todo cambiaba, es una trilogía, justo ahora, voy por el segundo libro y han pasado tantas cosas que ya no puedo imaginar cómo terminara, quisiera decir que con que Rhett y ella fueran felices me conformaría, pero no, no me basta con ellos, porque es de esas historias en las que no solo te enamoras de los personajes principales, sino que también lo haces de los personajes secundarios y tu dependencia emocional depende de ellos y su bienestar.

Tiro el teléfono aun lado de frustración, porque juro que, si Alice no le dispara en la cabeza a esa Giulia, yo me ofrezco como voluntaria, lo hago con mis propias manos, sin recibir nada a cambio. Es más, me atrevo a afirmar que la detesto mucho más que a Sasha, y ya eso es bastante, háganse nada más una idea de lo castrosa que es.

Reúno la fuerza necesaria para bajar a la cocina por un vaso de agua y en cuanto llego a la sala veo la puerta de la casa entreabierta, me acerco un poco y logro divisar a papá y al señor Esteban—uno de nuestros vecinos— cada uno tiene la vista puesta en la casa del frente.

La casa de los Miller.

—¿Tú has visto al señor James y la señora Emily estos días? —pregunta Esteban, entre susurros, como si le preocupará que alguien lo escuchara.

—Sinceramente, no. Estoy casi seguro que no están ahí, por las mañanas, siempre conversaba con el señor James antes de ir al trabajo. —le explica papa, un poco más relajado— quizás están de viaje...

—¿Pero a dónde, Henrry? —pregunta mi vecino, quien viste una bermuda gris y una franela negra igual que su cabello— Tengo años siendo su vecino y nunca, te juro que nunca han estado fuera, nadie los visita ni nada, es raro... —lo duda antes de decirlo— y sospechoso.

—No seas exagerado Esteban. —carraspeo, papá.

—De verdad. —insistió el pelinegro— Estos días, en la madrugada, cuando a Georgina y a mí, se nos ocurrió la extraña idea de experimentar cosas nuevas, estábamos follando en la sala y vi que unos tipos extraños salieron de ahí. —le pone la mano en el hombro— y te juro, te juro que no me dieron buena espina.

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora