Capítulo 31

4K 401 222
                                    

Stella Harrinson

La chica con muchos miedos.

Las personas estamos conformadas biológicamente por agua, sangre y una serie de órganos que trabajan entre sí para poder vivir, pero hay muchas cosas que conforman quienes somos, y son los momentos, los recuerdos, los lugares, las canciones, los miedos. Porque los miedos son parte importante de nosotros, no es algo descabellado, no es algo loco, es normal tenerlos.

Incluso, nos vienen acompañando desde nuestros primeros años de vida, cuando apenas somos niños le tememos a muchas cosas, a la oscuridad, a las fuerzas de las olas del mar, a los payasos, a los insectos y muchas otras cosas, pero nos hemos detenido para preguntarnos ¿En qué momento ese miedo cesó? ¿Cuándo dejamos de evitar los sitios oscuros? ¿En qué momento los circos se volvieron más agradables porque los payasos ya no nos asustaban? O ¿Cuándo las olas dejaron de ser tan aterradoras y supimos que solo era agua que venía con cierta fuerza?

La respuesta a todas las anteriores preguntas es que, todo eso pasa cuando aceptamos y descubrimos que los miedos son causados por nuestra mente, y que en ocasiones eso que nos asusta no es nada, no es nada comparado con lo que pensamos, o quizás lo es, quizás sí es aterrador y peligroso, pero tarde o temprano debemos enfrentarlo.

Debemos hacerlo.

Y es ahí, en ese instante, cuando decidimos hacerlo, donde el miedo se va, es cuando enfrentamos eso que nos perturba cuando todo termina y dejan de tener poder sobre nosotros. Yo había pasado tiempo teniéndolo un miedo gigante al monstruo delante de mí. Había temido que regresara. Que no lo hubiera vencido. Que siguiera ahí. Bajo las sombras. Tras los árboles.

Esperando...

Esperando el momento para atacar.

Para atacarme.

Pero no quiero ser prisionera ya sea de un monstruo o de mi misma. Quiero creer que mamá no murió para eso, para que fuera un ave enjaulada o una marioneta manejada por el miedo, yo merezco mucho más, merezco ser libre. Ser feliz, tanto por ella, como por mí. Por todo lo que he perdido, por todo lo que merezco vivir. Es por eso, que, aunque estoy aterrada de tenerlo frente a mí, calmé mis pensamientos, y decidí ser más astuta que solo eso.

Porque esta guerra no la gana el más fuerte. Si no el más inteligente.

-Eres tú.

Le dije, con toda la intención de mostrarme más asustada y frágil de lo que estoy. Porque es necesario saber que en ocasiones fingir nos salva, porque nos da segundos necesarios para pensar, para idear un plan, para contraatacar.

El cielo amenazaba con caerse a pedazos, las gotas de lluvia aumentaban su tamaño con cada segundo, y mi corazón latía desbocado y golpeaba mi pecho, tan fuerte que sospechaba que él pudiera oírlo.

-Creíste que habías terminado con nosotros.

Susurró de manera escalofriante, mientras caminaba sigilosamente hacia mí, yo clavé mi vista en él y quizás creyó que me perdí en la profundidad de su mirada, en su ropa negra, en lo cremosa de su piel, y sus labios inflados, pero en vez de eso, pensaba con rapidez, viendo que hacer y en qué momento hacerlo.

Aunque las opciones son pocas.

- Pero sorpresa... -continuó- He vuelto, estoy aquí. Y tú y yo, tenemos algo pendiente.

Clavó sus ojos en mí, me miro de pies a cabeza y me sentí expuesta, me sentí vigilada, me sentí en peligro, tanto que no sabía si mis intentos de huir y librarme de él serían lo suficiente eficaces para lograrlo.

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora