Capítulo 21

5.7K 640 178
                                    

No olvides comentar, escogere los tres mejores comentarios y les daré una sorpresa. :)

Narrador Desconocido.

Siempre dicen que la muerte es el final, pero es el inició...

O al menos lo fue en esta historia.

Desde que nos instalamos en la casa de los Miller ya hace unos días, hemos estado estudiando de manera discreta todo el vecindario, el momento más solitario, la vecina más curiosa, quienes pasan todo el día en la ventana, todas esas cosas. Con el objetivo de conocer así, el momento justo en el que finalmente podamos adentrarnos en la casa de los Harrison sin problema, sin percances o testigos, nada de complicaciones. 

El cielo luce despejado, no hay rastro de estrellas, solo la luna que se encuentra solitaria, pero igual de perfecta que todos los días. Cuando estoy fuera, la brisa nocturna me pone la piel de gallina, miro el reloj táctil de color negro que llevo puesto y verifico que son las 3 de la madrugada, y próximamente tendremos los siguientes 45 minutos que, según nosotros es el lapso muerto de toda la calle, donde nadie pasa, donde nadie ve. 

Siento los pasos apresurados de mi compañero tras de mí, sin decir alguna palabra al menos, cerramos la puerta tras nosotros y procedemos a cruzar la calle de lo más normal posible, y en solo segundos estamos justo frente a la casa de estas personas que tanto odiamos y que, gracias a sus acciones, nos trajeron justo aquí. 

—¿Estás seguro de esto? —me pregunta él al fin, con un poco de nerviosismo.

—Más de lo que puedes imaginar. —Le respondo casi de inmediato. 

Saco una paleta de metal con forma de llave de mis bolsillos y la introduzco cuidadosamente en la cerradura. La muevo de arriba abajo, encontrando el punto exacto del pasador de seguridad y escucho ese "tic" que es la señal de que solo debo empujar la puerta y ya por fin está abierta, pero antes de hacerlo me lo pienso, todo eso porque muy en el fondo tengo miedo de adelantarme, de dar un paso sin cuidar o estudiar bien todo y que todo se venga abajo, que todo se arruine...

Sin embargo, ignorando todas esas dudas, lo hago, y ambos nos adentramos en la intimidad de la casa, de ese hogar que para que hoy siguiera en pie, tuvo que ser el destructor de uno. Un hormigueo surge en mi pecho y mi respiración se descontrola, doy un paso, y luego otro, y otro, pero en silencio, sin pisar fuerte, cuidadoso y al pendiente de todo, preparado para atacar y mandar todo a la mierda si ya no queda otra opción.

Todo está a oscuras, excepto por la tenue luz de la luna que se cuela por las ventanas gracias a las sencillas costinas, luce todo organizado, en su lugar, se siente cálido, cuidado, como un hogar, por lo visto ellos sí pudieron seguir adelante después de todo. 

Un poco dudoso, me acercó a la chimenea y se me remueve el estómago en cuanto veo el gigante cuadro de la familia feliz que yace pegado sobre ella, es Stella junto a sus padres... felices, juntos... por un momento tengo unas ganas inmensas de arrancarlo, de quemarlo, dañarlo, hacerlo pedazos, pero no puedo hacerlo, no podemos dejar evidencias o levantar sospechas, nadie puede saber que estuvimos aquí. 

Saco un micrófono de mis pantalones y lo pego justo detrás de ese cuadro, pues luce como algo que nadie toca, sino que solo admira, y eso suena exactamente al lugar indicado para pegar un dispositivo como este.

—Ya pegué el de la cocina. —confiesa el rubio, en un susurro.

—¿Bien escondido? — le pregunto con seriedad.

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora